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A pesar de que todos aparentaban actuar con normalidad, Thiago podía entrever que no era así, en lo absoluto

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A pesar de que todos aparentaban actuar con normalidad, Thiago podía entrever que no era así, en lo absoluto. En los días posteriores a su primera transformación, William regresó a la manada junto a su madre, y cuando ésta se negó a soltarlo de su sobreprotector abrazo, supo que algo no iba del todo bien. Él era Beta, ¿qué iba a estar bien después de eso si también era la futura Luna de la manada? Su celo no se presentó, otro hecho preocupante para todos.

Camila desapareció de la faz de la Tierra porque se encerró en la sala de reuniones junto a su padre Emmett y a William para discutir lo que estaba sucediendo con él. No volvió a verla desde ese día porque a pesar de estar muy ocupada intentando averiguar qué era lo que estaba sucediendo, también hacía hasta lo imposible para evitar toparse con él. Lo sentía a través de su lazo. Pero no se atrevió a decir nada porque también sabía cómo se sentía ella respecto al asunto. Amar a su Luna era algo muy diferente a amar a su Beta. Iba contra su naturaleza.

Así que Thiago no insistió. Se mantuvo alejado de todos en general, y más específicamente de Camila en particular para evitar que su secreto saliera a la luz, debido a que su cuerpo comenzó a experimentar algunos cambios desde su transformación.

Algunos sutiles, por suerte.
Otros no tanto, para su desgracia.

Sus ojos, antes de un color marrón chocolate, se volvieron de un verde jade intenso [algo característico de los Beta, así como el color dorado lo era para los Alfas]. El estómago del chico comenzó a mostrarse insatisfecho a todas horas. Necesitaba comer grandes cantidades de comida en un intervalo corto de tiempo, no pudiendo pasar más que un par de horas entre comidas, debido a que si no le hacía caso a su hambre voraz, ni siquiera la actual Luna de la manada, tan paciente como nadie más en la manada, era incapaz de soportar su mal humor.

También se volvió un obseso del orden y del control. Gruñía de forma inevitable a todo aquél que intentara llevarle la contraria.

Camila era consciente de los cambios por los que estaba atravesando su chico gracias a que su madre la mantenía al tanto. Pero un día en particular, Arath se refugió en los brazos de su alfa con expresión mortificada, en la búsqueda de un poco de consuelo. Tras varios minutos de llanto para desahogarse emocionalmente hablando, les contó que Thiago estaba fuera de sí y que ni siquiera él como Luna era capaz de seguir soportando una situación como esa. Aunque deseaba ayudarlo, era imposible.

La alfa ignoró los gritos de su padre advirtiéndole que debía mantenerse alejada de él hasta obtener respuestas y se encaminó hacia el hogar de su chico con premura. Cuando se adentró en él, Marla y William no pudieron evitar dejar escapar un suspiro de puro alivio, casi de felicidad y gratitud hacia Camila por salvarlos de aquella tormentosa situación.

— Yo me encargo —aseguró, muy segura de sí misma.

No tuvo que repetirlo una segunda vez para que la pareja se marchara de la casa, dejándolos así a solas. Honestamente, temían lo que su hijo pudiera hacerles porque ahora parecía alguien irreconocible. Ambos deseaban que Camila pudiera ayudarlo, porque ellos ya lo habían intentado todo y habían fracasado de una forma totalmente estrepitosa.

Te regalaré un amor prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora