Camila se despertó con un largo quejido. El teléfono estaba sonando, la cabeza le daba vueltas y tenía la sensación de tener la boca como el suelo de la jaula de un loro.
—Dios mío, alguien me ha cambiado la lengua durante la noche... — masculló, agarrando con fuerza el teléfono a fin de detener aquellos incesantes timbrazos.
Al escuchar la voz al otro lado acalló otro quejido. ¿Por qué la tía Verónica era tan estridente? ¿Y por qué estaba tan jodidamente alegre?
—Buenos días, querida, aunque ya prácticamente es por la tarde. ¿Cómo estás? ¿Qué haces últimamente? ¿Por qué nunca llamas a tu tía Verónica?
«Seguramente porque me haces demasiadas preguntas cuando tengo resaca», pensó Camila descortésmente.
¿De verdad ya era prácticamente por la tarde?— Lo siento, tía, aún no estoy muy despierta —dijo Camila, sentándose y, acto seguido, deseando no haberlo hecho.
—Karla Camila, ¿no tendrás resaca por casualidad?
—Tía Verónica, me he pasado resacosa la mayor parte de mi vida adulta.
—Hummmm, la verdad es que no puedo regañarte, ¿no es cierto? Sería como si la sartén le dijera al caso... Ya sabes que me gusta hacerme vieja escandalosamente. Hablando de eso, te llamaba para preguntarte si te gustaría venir a una pequeña fiesta que celebraré pronto.
— ¿Vas a acabar pegándote el lote en el sofá con algún jovencito, como de costumbre?
—Eso espero. ¿Conoces a alguno?
—Tía, últimamente estás al borde de dedicarte a seducir criaturas. Además, ya sabes que yo no frecuento ese tipo de círculos donde hay preciosos modelos masculinos disponibles. Al menos, no los heterosexuales
Verónica se quedó callada. Camila sabía que se avecinaba algo. —Mira, no sé si puedes ayudarme o no —empezó Verónica con cautela—, pero tengo una amiga muy querida que el otro día me anunció algo bastante sorprendente. Está casada, estoy segura de que ya te he hablado antes de ella, pero por lo que parece siempre se ha sentido lesbiana y desde hace unos años lleva practicando regularmente lo que sea que las lesbianas soléis hacer. Ahora está en una encrucijada, ¿sabes?, aquello de «tengo que hacer algo para el cambio de milenio», y como tú eres la única lesbiana que conozco pensé que podías ayudarla hablando un poco con ella sobre este tipo de cosas —la frase final cayó como un chaparrón y Camila tuvo problemas para seguir el hilo.
— ¿Este tipo de cosas, tía?
—Ya sabes, cómo ha de abordar eso.
— ¿Eso?
—Karla, no rae lo estás poniendo fácil. Quiere acabar con su matrimonio. Buena cosa, porque él es un completo idiota. ¿Sabes que una vez tuvo el atrevimiento de insinuárseme? Sencillamente he pensado que, si vosotras dos os encontráis y tenéis una charla sobre la vida como lesbiana, después ella podría tener un poco más claro hacia dónde ir.
—Tía, haces que parezca como si yo fuera una experta mundial en lesbianismo y no lo soy. Sencillamente me decidí y lo hice...
Se interrumpió porque Verónica se incomodó y se puso nerviosa.
—Vale, vale. Sea lo que sea lo que hagáis la gente como tú, creo que podrías ayudarla a aclarar alguno de los líos que tiene en la cabeza. Está empezando a ponerse un poco nerviosa por todo el asunto, pero la conozco y sé que quiere seguir adelante. Y creo que agradecería tener una amiga que la comprendiera. Yo sólo puedo ayudarla hasta cierto punto, ¿sabes?
A Camila le dio un vuelco el corazón. Ahora se esperaba que hiciera de consultora sentimental lesbiana de una fulana casada que tenía curiosidad por lo bisexual y que quería tener un escarceo para ver si le gustaba o no. Y si era una de las amigas de Verónica, iba a tener que andarse con mucho cuidado.
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Placeres ocultos- Pausada(Camren)
RomansaCUIDADO! Contenido explícito. El cambio del milenio se acerca y lo mismo sucede con el cuarenta cumpleaños de Lauren. Lleva casada veinte años y está harta de su papel de esposa trofeo en una pequeña ciudad donde no puede luchar adecuadamente para l...