Un omega embarazado atrapado en un a situación desesperada. Un alfa no unido con mucho que demostrar. Y una inesperada caída en el amor que podría salvarlos a ambos.
Win está contratado con un alfa violento en prisión por crímenes brutales. Ahora em...
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Win observó desde la percha de su ventana cómo Bright salía para su segundo día bajo la tutela del Dr. Jumpol. Los fuertes hombros de Bright se hundieron bajo el peso de la bolsa que se había colgado a la espalda y, sin embargo, avanzó con determinación, aparentemente no desanimado por los horrores que había enfrentado ayer.
Y Win sabía que había enfrentado algo fuera de sus expectativas citadas. La expresión distante y atónita en sus ojos cuando había regresado a casa anoche, así como su conversación forzada en la mesa, le dijeron a Win que eso era cierto.
Y al igual que la primera noche, cuando Bright salió a la oscuridad y bajó al lago a pesar de las advertencias de Win sobre los gatos salvajes, no pudo evitar sentirse un poco impresionado cuando vio a Bright irse. No todos los hombres eran lo suficientemente valientes como para regresar por una segunda ración del infierno. No cuando tenían otra opción al respecto.
Se frotó el abdomen, sintiendo la piel tensa debajo de la camisa. Durante la noche, al parecer, había desarrollado un redondeo debajo del ombligo y sobre el hueso púbico. El bebé solo crecería más y más rápido ahora.
Había pasado un mes desde su visita a la prisión.
Si iba a terminar con este tormento, tenía que ser hoy. Y si bien el Dr. Jumpol no promocionó sus servicios a este respecto, se rumoreaba que los proporcionó. O más bien, su omega, Gun, los proporcionó sin la supervisión o permiso del Dr. Jumpol, en una habitación secreta en la parte trasera de su casa. Pero Gun solo intervino al principio del embarazo y solo si no hubo contraindicaciones.
Win no sabía cuáles podrían ser, y esperaba que la deformidad de su pecho no contara como una de ellas. En todo caso, debe contar a favor de terminar el asunto antes de continuar. Se levantó con cuidado, volvió a meter a Kiwi en su jaula y se vistió con ropa vieja. Si había mucho sangrado, no quería arriesgarse a arruinar sus mejores pantalones. Luego se peino el pelo sin mirarse al espejo.
En la cocina, Papá lavó los platos de la mañana. Se volvió del fregadero cuando Win entró, y su alegre sonrisa de mejillas rojas se desvaneció cuando miró a Win de arriba a abajo.
—¿Hoy? —Preguntó.
Win asintió con la cabeza.
—¿Estás seguro?
Win sacudió la cabeza y luego se encogió de hombros. Su papá se le acercó, con las manos todavía húmedas, y horror en toda la cara.
—Papá, no lo hagas. ¿Qué más se supone que debo hacer?
—Podrías tenerlo, Win. Podemos lidiar con esto juntos.
Win sacudió la cabeza y se pasó una mano por el labio superior sudoroso. Se le revolvió el estómago.
—Mi pecho...
—No es ideal, pero eres fuerte. Creo que puedes sobrevivir.
La esperanza de Papá era conmovedora, pero no hay garantía. Además...