Capítulo 20. Conversaciones inesperadas, respuestas apresuradas

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24 de abril del 2017.

Una semana.

Una semana ha pasado.

Una para ser exactos.

Desde aquel día que hable con Raúl.

Desde aquel día en el que Elyn regreso del seguro.

Una semana en donde no he tenido sueños extraños, en donde no he tenido tiempo ni para prestarle atención a mis pensamientos.

Pero eso no es lo peor, lo peor es cuando la noche cae, porque solo ahí es en donde le doy rienda suelta a mi mente, es ahí cuando pienso en su ausencia, en su sonrisa, en sus facciones, pero sobre todo en aquellos rulos rebeldes que solían colgar de su frente mismo que hacían latir mi corazón, sin embargo, nada en esta vida es para siempre, nada es eterno, sino al revés todo es efímero, porque cuando crees tener algo, este suele escaparse como agua entre las manos, causando que solo quede en tu mano aquel toque de agua sobre tu piel.

Cuando creo que voy a profundizar mis pensamientos, la alarma de mi celular hace que me sobresalte, regresándome a la realidad. Hoy 24 de abril, por fin después de varios días, regreso a mi infierno, a mi martirio... que digo regreso a la escuela.

Lo único bueno de todo es que volveré a ver a mis amigos y podre pasar tiempo con ellos.

Sonrió al tiempo en que termino de acomodar mi fleco por cuarta ocasión. Aliso mi uniforme, el cual consiste en una cola de caballo bien peinada sin dejar de salir una hebra de cabello, camiseta de polo con el logo del bachillerato en el lado izquierdo, falda plisada de cuadros rojos y negros la cual llega hasta un poco debajo de las rodillas, calcetas blancas bordadas y por supuesto zapatos negros de vestir, pero en este caso me salgo un poco del reglamento escolar, porque mis calcetas son lizas, mis zapatos son negros de piso y mi cabello va suelto con una trenza sujetada con un moño azul y cero maquillaje.

Reviso una última vez mi aspecto y prosigo a abrocharme la cadena, esa que me regalo mi abuelita para mis quince años y la cual le tengo mucho aprecio. Término de abrocharla rápido para luego meter la lapicera en la mochila justo en el momento en que oigo el sonido de bocina muy conocida para mí.

-Muévete Belén, ya llego Don Carlos. -espeta mi mamá asomándose por la ventana que esta por la cama donde duerme Elyn y mi abuelita.

-Voy. -pronuncio tomando la mochila, sin embargo, me regreso por algo que estoy olvidando.

-Apúrate Belén, que te va a dejar Carlos. -interfiere mi abuelita también, causando que ambas personas me pongan nerviosa.

-Ya voy. Dejen de espantar a uno. -musito alterada mientras tomo el suéter y el resto de mis cosas.

-Nada de espantar, si por eso te levantas temprano. -exclama mi abuelita sin dejar de mirar por la ventana.

-No sé por qué siempre te agarran las carreras, si por eso pones alarma. -expresa mi mamá, aportando sal a la conversación-, Ah, por cierto, ayer vi que tienes el cabello demasiado largo, al rato que salgas de la escuela vamos a ir a cortarte el cabello.

Cortarme el cabello, no es algo que quiera en este momento.

-Mm... Aja. -murmuro, esbozo una mueca, para luego avanzar finalmente hacia la salida-. Nos vemos al rato.

-Vete con cuidado. -musita mi abuelita, luego de que mi mamá me dé $50 pesos para comprar comida en la escuela.

Asiento.

-Que no se te olvide que cuando regreses de la escuela, vamos a ir a cortarte el cabello, así que no te demores para aprovechar irnos con los de la secundaria. -espeta mi mama detrás de mí.

Verano InquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora