Capítulo 14. La invitación

134 62 51
                                    

Iniciar la mañana con una plática tan amena como la que tuve con el hermano de Raúl, sin duda me hizo sentir un poco mejor, por un momento hizo que me olvidara de todo el mundo incluyendo la horrible pesadilla que tuve y las imágenes que mi mente plasma.

Jamás terminaré de entender por qué tengo ese tipo de sueños o en su defecto esas pesadillas tan extrañas.

No sé si sea solo yo o si existen más personas que tienen sueños parecidos a los míos, pero lo que más se cuestiona mi ser es sobre ¿realmente mi mente es la que crea esos sueños? Y si no es así entonces surgen más cuestionamientos como ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? ¿Qué significan esos sueños? Pero la más importante de todas mis preguntas son ¿Quién es ese ser que aparece en mis sueños? ¿Qué relación tengo yo con él? ¿Por qué me dice que soy su presa?

Cuestionamientos sin un resultado en concreto.

Son preguntas sin respuesta.

Son incógnitas en medio de un abismo.

Frunzo el ceño y tomo entre mis manos mi cabeza.

De tantos cuestionamientos he provocado que a mi cabeza le venga una punzada, como si fuera un piquete de aguja, duele, pero para mi fortuna es soportable el dolor.

Siempre que tengo un sueño o en todo caso una pesadilla, por lo regular despierto con sensaciones para nada agradables y cuando trato de volver a conciliar el sueño me es imposible hacerlo, las imágenes regresan y estás comienzan a martillar mi mente, la torturan y la atacan progresivamente ocasionando que el sueño se disipe en mi sistema.

Es algo que no termino de comprender y creo que nunca lograré comprenderlo del todo.

Meneo la cabeza.

Suelto un leve suspiro y arrugo el puente de mi nariz.

Para mi fortuna la mañana transcurre lenta, tranquila y un tanto silenciosa para mi buen gusto, pero dentro lo que cabe en todo el rato que he estado en el patio, me he percatado de que no he vuelto a ver a Benjamín, creo que no a ni asomado las narices tan siquiera desde que se quedó quemando su dizque basura.

Ese niño es peor que Raúl, se le nota.

Al menos en lo poco que he conocido a Raúl, me he dado cuenta de que él es un tanto serio y reservado, como todo chico de ciudad.

En cambio, Benjamín hasta el momento no puedo decir mucho de él, pero con lo poco que platique puedo deducir que es divertido y risueño.

Tomo una exhalación.

Dejo de pensar en los hermanos Lebrent y regreso hacer lo mío que es terminar de juntar todas las ciruelas tiradas que comienzan a caer.

Me concentro en recogerlas todas con la araña y dejo de pensar, dejo de prestarle atención a lo que sucede a mi alrededor cuando a los pocos segundos se escucha una voz débil, una voz dulce y suave.

Presto atención tratando de percibir la voz y al instante puedo deducir que es una voz de mujer.

Esa voz se me hace conocida. ¿Dónde la he oído?

¿Acaso será...?

Frunzo el ceño.

Sigo concentrada en mis cuestionamientos hasta que vuelven hablar y de repente escucho ese sonido, ese famoso silbido que he escuchado en estos últimos días.

No puede ser verdad.

¿Qué hace Amaya aquí en la casa y tan temprano?

Verano InquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora