Capítulo 8. Los Vigilantes

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Será muy de ciudad, pero presiento que le tiene miedo a los animales.

Lo observo y puedo darme cuenta por sus facciones que él le tiene miedo a los animales salvajes.

¿Y quién no, carajo?

Se que esta muy mal, pero no puedo evitarlo. Y en mi interior nace una chispa de maldad.

Sonrió para mis adentros.

Hace unas horas era todo conquistas y ahora es todo miedos.

Por Dios, que rápido cambian las cosas.

Sin resistirlo más suelto una sonora carcajada ante tal pensamiento.

—Se puede saber de carajos te ríes María Belén. —dice en tono exigente.

UPS se enojó.

—De ti, de quien más puede ser... —cubro mi boca que está a punto de traicionarme con otra carcajada—... Es que esta situación es muy graciosa, no puedo creer que le tengas miedo a un coyote.

Me mira incrédulo.

—Yo nunca dije que le tuviera miedo...—dice muy seguro de sí mismo.

Si claro y yo me la creo.

—Noo...... Claro que no —le digo irónicamente —. Pero vale no te preocupes, tu secreto estará a salvo conmigo. —musito mientras pongo un dedo en mis labios, en señal de secreto.

Él mueve su cabeza de un lado a otro, borrando su seño de molestia y eliminando todo rastro de frustración.

Siendo reemplazados sus gestos anteriores por su típica sonrisa coqueta, esa que lo caracteriza.

—Como sea...—le resta importancia a mi comentario y prosigue—... Tengo una duda, acaso esas personas no duermen, tienen rato que no hacen ruido.

Lo miro sin saber de quienes me habla, cosa que lo nota en seguida y me señala a los vecinos que él tiene al lado.

Vuelco los ojos y meneo la cabeza mientras una sonrisa maliciosa se asoma en mis labios.

Ya sé de quienes me habla.

—Raúl... déjame decirte que esos de allí... —hago un ademán con mi cabeza, y señaló a las personas que anteriormente señalo él—... Nunca duermen, están a todo, incluso me permito decirte que desde que estamos aquí, han estado checando que hacemos y que no hacemos.

Él asiente pensativo y vuelve su mirada a los bultos que se encuentran entre la oscuridad. Para después posar la en mí.

—Vaya es un dato muy interesante, me parece justo poner les un apodo. —dice con una sonrisa cómplice.

Cosa que me hace copiar su gesto.

—¿Qué apodo crees que les quedaría perfecto?

—Pues el apodo que los define perfecto, sería los vigilantes.

Frunzo el ceño sin comprender del todo el apodo, que acaba de ponerles.

Le doy mil vueltas al dichoso apodo y ninguna idea me viene a la mente.

Así que, sin más rollo, le pregunto, para salir de una por todas de la duda y la curiosidad.

—¿Por qué el apodo de los vigilantes?

Le pregunto en un tono confuso.

—Les puse así porque el cargo que desempeñan los vigilantes, es vigilar que todo esté bajo control y que ni una mosca se les cuele entre los ojos, como tú misma me lo acabas de decir son personas que no duermen y que han estado observando lo que hemos estado haciendo. —dice sin pestañear, mientras suelta un suspiro leve.

Verano InquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora