Prólogo

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Bueno, aquí empezamos de nuevo. La pauta ya la conocen, y si no es así, se la recuerdo. Publicaré un capítulo en días alternos (un día sí, otro no). 24 horas después de concluir la historia, esta se borrará para preservarla de las copias piratas. Avisaré por mi grupo de facebook y aquí en wattpad cuando quede una semana aproximadamente para la conclusión, así les dará tiempo de ponerse al día.

Les dejo el cap de hoy. Y como siempre, comenten, pongan una estrellita si les gusta y regresen por más. Y si no pueden esperar, el siguiente capítulo en mi blog.

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No podía moverme, y no era porque no lo deseara, porque lo hacía con todas mis fuerzas. Pero si lo hacía, acabaría perdiendo, aunque si dejaba que ese desgraciado se saliera con la suya, probablemente el resultado sería el mismo. Pero esta vez lo que iba a perder no podría reponerlo, ella era insustituible. ¿Cómo aquella maldita fiera de lengua afilada había conseguido meterse bajo mi piel? Ni yo mismo lo entendía.

Ella no era como las mujeres que he conocido hasta ahora, ella era diferente. Y no, no es que fuese una belleza deslumbrante, aunque tenía esos ojos felinos que me hacían arder por dentro. No, ella tampoco era de las que utilizaba sus encantos para seducirte, ella era de las que apartaba a los hombres de su lado, porque de alguna manera nos quería lejos. Salvo que tuvieras algo que enseñarle, entonces se aprovechaba de ti sin ningún remordimiento. Y cuando ya no podía exprimirte más, te apartaba de como si quemases. ¿Qué le habíamos hecho los hombres para odiarnos? ¿Por qué lo pregunto? Estaba claro que uno o varios le hicieron daño. Tenía ganas de destrozarlos a todos, uno a uno, pero conociéndola, seguramente ella ya ase habría encargado de hacérselo pagar.

Ella no me necesitaba, nunca lo hizo, y por eso estábamos precisamente en aquella situación. Ese hijo de puta tenía la punta de su navaja apretando su estilizado cuello, y me estaba muriendo por sacar el arma que llevaba escondida e igualar la situación.

Y en esa estaba, si no lo hacía suficientemente rápido, él la cortaría la yugular. Si no me movía, ese desgraciado la arrastraría fuera del local hasta estar a salvo, y entonces la mataría. Mi mejor oportunidad era arriesgarme, pero no podía, y tampoco era totalmente culpa de ese idiota, sino por ella.

En vez de estar asustada, que tendría que estarlo, su rostro reflejaba enfado e ira, aunque no sabía si era por ese cabrón que la estaba utilizando como escudo, o era porque yo había intervenido.

—¡Suéltala! —ordené por última vez. Si no podía ver en mi forma de mirarle la promesa de que iba a acabar con él por esto, el tono de mi voz no dejaba duda alguna. Iba a matarlo. ¡No!, iba a hacerle sufrir, tanto que desearía estar muerto.

—Vamos a salir de aquí, y ni tú ni nadie va a impedírmelo, niño bonito. —Apreté los puños a mis costados, porque aquel cabrón tenía todas las de ganar, y no porque no pudiese impedírselo, sino porque no me dejaban. ¿Quién? Pues ella, estaba claro. Su mirada no hacía más que repetirme, si intervienes, te abro en canal como un cerdo en el matadero, te sacaré las entrañas, y te las aré comer antes de que estés muerto. Y era muy capaz de hacerlo, tenía pelotas para eso y para más.

No me moví, mis pies se quedaron petrificados en contra de su voluntad, aunque todo mi ser despertó de su congelación pasajera cuando todo se fue a la mierda. Un movimiento rápido, o más bien una increíble sucesión de varios, acabaron con la poca contención que tenía.

Me acerqué a ellos tan rápido como pude, pero cuando logré acortar la distancia ya era demasiado tarde. Todo había acabado más rápido de lo que hubiese deseado, y cuando lo hice, supe que para mí todo había terminado.

El tormento de Owen - Chicago Legacy 11Donde viven las historias. Descúbrelo ahora