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Uno, dos, tres

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Uno, dos, tres.

Cuatro, cinco, seis.

Siete, ocho, nueve.

Diez...

Mierda, diez... ¿Once?

—Despierta de una maldita vez.

Pestañeó un poco sintiendo cómo de repente la fría y dura realidad la golpeaba de frente, haciéndole ver que acababa de dormirse y nada de lo que había soñado realmente había sucedido.

—Vamos, debes levantarte, ¿Crees que estás en hotel? Bueno, no lo estás, despierta.

Sus débiles y delgados brazos intentaron ayudarla a pararse del suelo pero perdió la fuerza cayendo de nuevo y golpeándose con fuerza en el rostro, sintiendo el sabor metálico de su propia sangre comenzar a esparcirse por su cavidad bucal. Le daba asco, tenía ganas de vomitar.

—Dios, eres una maldita inútil, ni levantarte puedes.

Apretó los ojos con fuerza sintiendo su cuerpo temblar y cerró sus manos en puños. Sus ojos se abrieron de par en par y después apoyó sus manos a sus costados para comenzar a impulsarse con la poca fuerza que tenía.

¿Que no puedo levantarme? Mira cómo lo hago.

—Maldita idiota.

Una grande mano rodeó su pequeño brazo con fuerza y tiró rápidamente de ella haciéndola pararse de golpe. Su cuerpo le pesaba muchísimo, sentía que cargaba una enorme pesa con sus brazos pero no había nada ahí, estaba vestida igual que lo recordaba, no tenía nada distinto, ¿Por qué le costaba tanto mantenerse de pie? Levantó la cabeza como pudo y miró a la Alfa a su costado. Tragó saliva, no sabía quién era pero definitivamente no le transmitía nada bueno.

Comenzó a temblar sintiendo a su Omega interno asustada.

De repente, recordando algo, miró hacia todos lados buscando a su lobo, necesitaba verlo y saber que estaba bien, así iba a estar tranquila. K.J estaba en el suelo intentando pararse. Luego de un par de intentos se encontraba en sus cuatro patas, aunque temblaba y dejaba a la vista lo mucho que se le estaba dificultando, se mantuvo de pie y con la mirada en alto.

—Vamos, camina.

El hombre comenzó a arrastrarla por el pasillo. Le costó notarlo pero lo conocía muy bien, estaba en la mansión. Tragó saliva, ese lugar ya no le agradaba, no más. Intentó caminar sin flaquear y mirando al frente con seriedad y firmeza, no debían saber que se encontraba tan débil, porque no iba a darles ese gusto.

—Entra ahí.

El Alfa la empujó dentro de una habitación y Jennie tuvo que sujetarse de un enorme mueble que había ahí para no caer. Miró la habitación y la reconoció al instante, era la habitación de Lisa, ¿Cómo no iba a saberlo? Había pasado mucho tiempo en aquella habitación, no podía evitar pensar en Lisa y todo lo que había pasado ahí, su primera vez, dios, necesitaba volver a ese momento.

Hazme tuya | 𝗝𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora