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Los grillos comenzaban a hacer su aparición en aquella oscura puesta de sol

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Los grillos comenzaban a hacer su aparición en aquella oscura puesta de sol.

El ruido de los mismos indicaba que la noche estaba llegando y Jennie ya no podría pasearse por toda la casa como lo estaba haciendo desde que salió de la habitación de Lisa.

Lalisa le daba algo de miedo, aún así no iba a permitir que lo supiera, claro que no iba a dejar que Lisa la tratara a su antojo, además, estaba claro que la castaña amaba intimidarla, pero Jennie no era alguien fácil así que las cosas para Lisa se iban a complicar, claramente.

Caminó a paso lento hacia la habitación mientras miraba todo a su alrededor. No había mucho en aquel largo pasillo, algunos cuadros y relojes, nada más.

Era bastante aburrido. Miró hacia el frente y pudo ver a alguna que otra chica ir y venir, se veían bastante lindas. Seguramente también habían sido elegidas para acompañar a algún Alfa a aquella reunión del consejo, estaba segura de ello.

Suspiró y abrió la puerta de la habitación asomando su cabeza antes de entrar.

No pudo ver nada así que se adentró sin más mientras cerraba la puerta detrás de ella.

Lisa le había dado hasta las ocho, eran las siete y cincuenta y cinco minutos, por suerte no había señales de la castaña, seguramente si la veía ahí, sin haberse cambiado aún, iba a regañarla y Jennie no quería que volviera a verla vulnerable.

—¿Dónde mierda estabas?

Se sobresaltó un poco y se giró para encontrarse con una Lisa mojada y molesta, con el ceño
fruncido y su cabello goteando agua. Tenía una toalla ceñida a su cintura y solo un top deportivo, y en una de sus manos un traje negro.

—Estaba en el jardín.

Su tono de voz había salido demasiado relajado y despreocupado para tratarse de ella. Pero no le importó, Lisa no debía verla tan impotente como en la mañana, Jennie no era así y Lisa no iba a convertirla en alguien sumisa cuando nunca en su vida lo había sido.

—¿En serio? Me parece perfecto que quieras conocer la casa, pero te impuse un horario, Jennie.

—Si mal no recuerdo, Lalisa, me dijiste hasta las ocho y, si ese reloj en la pared no miente, aún no son las ocho.

Sonrió triunfante mientras caminaba hacia el pequeño sillón que había en la habitación, en él se encontraba un vestido negro que Ryujin antes le había dicho que había apartado para ella.

Comenzó a quitarse el abrigo hasta que sintió una presencia detrás de ella y un aliento chocar contra su oído violentamente.

—Pequeña insolente, el reloj está atrasado, son las ocho y quince minutos.

Su sangre se heló y ella se quedó estática en su lugar mientras no sabía qué hacer.

Tragó saliva algo duro y tembló un poco mientras sentía que Lisa respiraba en su oído, erizando su piel.

Hazme tuya | 𝗝𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora