XVIII

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—Solo aléjate

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—Solo aléjate.

—Pero tú estuviste conmigo, quiero estar contigo también.

—No, Jennie, por favor, no.

La morena frunció el ceño con molestia mientras se acercaba a paso demasiado lento. La castaña la miraba desde la cama mientras se sentía algo incómoda.

—Vete.

—Nada malo pasó cuando estuviste conmigo en mi celo.

—Es distinto, Jennie. Vete, por favor.

—No voy a irme, no voy a permitir que siempre me alejes de ti y que no te comuniques conmigo.

Se cruzó de brazos y se paró al lado de la cama mientras la observaba desde su lugar. Estaba molesta, quería ayudar a Lisa y ella simplemente no se lo permitía. Quería golpearla.

—Voy a quedarme aquí.

—Jennie.

—¿Qué?

—Si te importo en lo más mínimo, vete, por favor.

Para sorpresa de Jennie, cierta súplica de oyó en la voz de la castaña, aquella petición salió de forma lastímera y algo dolorosa, como si decir aquello le hubiera dolido, como si estuviera sufriendo por algo.

—Pero Seulgi dijo que debía quedarme contigo, ¿No se supone que eres mi Alfa?

—No, Jennie, no lo soy. Vete de una vez.

La castaña se envolvió en las sábanas y se acostó dándole la espalda a la morena que la observaba desde su lugar entre confundida y decepcionada. No entendía muy bien qué sucedía. No quería irse, no quería dejar a Lisa sola, no quería continuar viéndola de esa forma, Lisa estaba mal y ella solo quería hacerle compañía.

—No, no voy a irme.

—Terca.

—¿Para que negarte algo que es verdad? No voy a mentirte en la cara, Lisa.

Rodeó la cama para quedar nuevamente frente a Lisa y corrió la silla del escritorio hasta ahí para poder sentarse y observarla desde su lugar mientras cruzaba las piernas. La castaña bufó y se dio la vuelta para quedar boca arriba.

—¿Por qué no puedes ser un poco más dócil?

—Las cosas serían aburridas de ese modo ¿No lo crees? Además, me gusta hacer lo que quiero mientras no perjudique a nadie.

—¿Y si te digo que el hecho de que te quedes aquí me perjudica a mí? ¿Qué haces en ese caso?

—Quedarme de todas formas, no voy a dejarte sola, Seulgi fue bastante clara, debo hacerte compañía.

—Jennie, no puedo tenerte tan cerca en este estado, no sabiendo que no podré resistir ante la tentación de arrancarte la ropa y arrojarme sobre ti para hacerte de todo lo que pase por mi cabeza.

La morena en la silla se acomodó mientras observaba a Lisa con mirada algo curiosa.

—Yo pude resistir, ¿Por qué tú no podrías? Bien, yo quería que me hicieras muchas cosas en esos cuatro días, pero pude resistirme, ¿Por qué tú no ibas a poder? ¿Acaso no eres un Alfa? ¿No se supone que por naturaleza eres muchísimo más fuerte y mejor que yo.

—Es diferente, pequeña insolente, no lo entenderías.

—Entendería más si me explicaras, supongo.

—No, hay cosas que simplemente no tienen explicación, cosas para las que las palabras no hacen más que confundirnos en extremo.

—Tú me confundes.

—¿Yo? ¿A ti? Tú eres la que lo hace, Jennie.

—¿Por qué?

—Eres jodidamente ciega, ¿Sabías eso? Muy ciega.

Jennie se paró de la silla y se acercó un poco más a la cama para poder sentarse en el suelo al lado de la misma y observar más de cerca a su receptor y poder prestar más atención a lo que decía.

—¿Por qué dices eso?

—¿Es que acaso no lo ves, tarada?

Giró la cabeza mirando a Jennie con algo de molestia en su mirada. La morena se asustó un poco, ¿Ahora qué había hecho? Se encogió en su lugar y esperó a que continuara hablando para poder entender a qué se refería.

—Si me hablas en ese extraño idioma que se me dificulta entender en lo absoluto, es obvio que no voy a entender de qué mierda estás hablando, Alfa, sé más específica conmigo, por favor.

—Dios, ojalá fueras más inteligente.

Jennie levantó una ceja y la observó molesta mientras se acomodaba en su lugar.

—¿Acabas de decir que no soy inteligente? ¿En serio?

—No, no me refería a eso, dios, claro que eres inteligente, pequeño ángel.

La castaña la observó y acercó un poco su rostro al de la morena mientras la miraba a los ojos.

—Necesito que te vayas, Jennie, por favor, no sé cuánto más pueda aguantar tenerte tan de cerca, tan aquí, tan mía.

—No lo entiendo, pero no quiero irme, Seulgi me dijo que me quede contigo, lo necesitas.

—No necesito que te quedes conmigo, te necesito a ti.

—Entonces me quedaré aquí, Alfa.

Apoyó su mentón en el colchón de la cama con sus ojos café clavados en los de color ámbar y le dedicó una dulce mirada.

—Sí, quédate conmigo, pequeña.

Lisa se acercó y apoyó su frente contra la de la morena y le sonrió mientras rozaba sus narices con dulzura en su acto. Se sentía demasiado bien, estando ahí con su pequeña, se sentía como en comodidad, se sentía como un hogar.

Minutos después, la morena se encontraba con sus pestañas reposando sobre los pómulos de su rostro, su respiración era regular y tranquila, ella se veía apacible y demasiado hermosa, Jennie se veía muy tranquila, muy tierna.

—¿Qué es esto, pequeño ángel? ¿Qué es esto que estás causando en mí? ¿Qué es lo que estás haciendo? ¿Cómo es que lo haces y por qué?

Se mordió el labio inferior mientras comenzaba a observar cada mínimo detalle de su rostro y se lo grababa en su memoria, podría quedarse admirando su preciosidad por siempre, se veía muy bien y quería tenerla toda la vida ahí, apoyada en su colchón, durmiendo tranquilamente y de aquella forma tan pacífica y angelical.

—¿Por qué mi corazon late de esta forma con tan solo mirarte? ¿Con tal de oírte? ¿Cómo es que tienes tanto dominio y poder sobre mí sin siquiera intentarlo?

Estiró su mano y la pasó lenta y suavemente por su cabello para después rozar con la yema de sus dedos su rostro mientras lo contorneaba. Se mordió el labio inferior y besó la punta de su nariz.

—¿Cómo has hecho para enamorarme?

—¿Cómo has hecho para enamorarme?

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Hazme tuya | 𝗝𝗟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora