11: La vida después de la muerte

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Estaba un poco mareada cuando decidimos que ya no íbamos a beber más y por supuesto, cuando digo decidimos en realidad estoy queriendo decir: yo arrastré a Dinah escaleras arriba.

Hubiera resultado imposible de otra manera haberla salvado de una intoxicación etílica.

Tan solo habían pasado unos minutos desde que Camila se fue y sinceramente yo estaba nerviosa. Mi cuerpo estaba inundado por la tan conocida sensación que me hizo tomar un vuelo en más de una ocasión. Pero esta vez sentí que aquella no era la solución y eso me desconcertaba más aún. La sensación de no saber a donde huir.

Quizás ya venía siendo el momento de dejar de hacerlo.

—Lauren, estás siendo una aburrida total, prometiste que nos íbamos a beber toda la botella— susurró Dinah mientras se lanzaba en mi cama y yo me llevé la mano a la cabeza, fingiéndome obstinada, aunque en realidad y en cierta medida sí lo estaba.

—Te estoy evitando un coma etílico, agradécelo mañana— le recomendé mientras le daba la espalda y sin ningún miramiento me quité la blusa buscando mi pijama.

—¿Estás intentando provocarme?. Porque no va a funcionar— se burló Dinah a mis espaldas y yo resoplé en respuesta mientras me vestía. Era gracioso como yo insistía en detestar a los borrachos y en menos de dos semanas ya había tenido que lidiar con Camila, con Normani y con la susodicha que me miraba creyéndose chistosa.

—Préstame algo ancho, me quedo a dormir— exigió y yo me encogí de hombros. No era la gran noticia, después de todo, en el momento en que empezamos a beber di por hecho que se quedaría.

Camila pasó por alto que su mejor amiga no podía conducir ebria cuando le aconsejó que se fuera a casa.

Tampoco lograba entender la fuente de dicha molestia, tenía entendido que era su mejor amiga pero sólo he podido presenciar a la latina deseando matarla con la vista.

Busqué con la mirada y por último saqué un pullover ancho y negro de The 1975 y se lo lancé con tan buena puntería que le cayó en la cabeza y se quedó colgando ahí un par de segundos.

—Bah eres una niña— alcé una ceja por la ironía, estaba tan borracha que realmente la chiquilla parecía ella— Gírate, me voy a cambiar.

—Ya te he visto desnuda ¿Qué más da?— protesté mientras me metía bajo las mantas y me preparaba para intentar dormir por un par de horas.

Sin embargo fue iluso de mi parte pensar que podría descansar tanto tiempo.

—Cierto— comentó con una ligera sorpresa, como si de repente reparara de un momento al otro en ese suceso, incluso asintió como distraída, pero no se podía esperar menos de una persona tan ebria como ella.

Se había acabado de cambiar cuando se levantó de un solo salto. Mi pullover, aunque a mí me cubría perfectamente a ella le quedaba más corto, así que reí burlona al ver sus bragas asomar un poco.

—Ríete todo lo que quieras, tengo una maravillosa idea— esas simples palabras lograron asustarme, casi por reflejo, sin entender realmente el porqué.

No había tenido suficiente convivencia con Dinah como para conocer ese tipo de detalles. Pero había algo que por excelencia debías saber de ella: sus buenas ideas no eran buenas en absoluto. Así que me preparé psicológica y físicamente para el desastre que estaba por venir. Era lo única que había experimentado en esa casa desde que llegué, una sucesión catastrófica de pequeños desastres. No quería uno más en la cadena.

—Ven, regresa a la cama, no es hora de chiquilladas— le advertí inspeccionando cada uno de sus movimientos.

—Shhh, no puedo esperar a mañana para enterarme del chisme, voy a intentar escuchar tras la puerta, seguro capto la discusión— puse los ojos en blanco al instante, definitivamente a ese par de amigas el alcohol no les hacía ningún bien.

Shameless (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora