12:La analogía de las olas

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Los rayos de sol golpearon mi cara  con insistencia como si la luna fuera la única de acuerdo con aquel tipo de escenas. He de admitir que me sobresalté por el impacto inicial de despertar con Camila completamente encima de mí, abrazándome como un koala.

Estaba plácidamente dormida, aunque bastó tocar su frente para sentirla un tanto calenturada. Al menos no se comparaba con el calor que desprendía la noche anterior. Me levanté con cuidado de no despertarla y caminé hasta la cocina, porque los reclamos de mi estómago se oían más fuerte que mi cuerpo gritando por hábitos higiénicos.

Lamenté que Camila no estuviera en condiciones de cocinar, llevaba ya muchos días extrañando su chocolate, aunque me esforzara por negarlo ante mí misma. Me enfoqué en hacer un café bien fuerte para espabilarme lo más pronto posible, por el bien de la cocina y su estructura.

Al poco rato regresé a la habitación y ella ya se encontraba con los ojos abiertos, sin embargo parecía fingir ser parte de las sábanas, porque estaba desparramada sobre ellas mirando el techo como una verdadera tonta. Los rayos de sol fragmentados por la forma de las ventanas se desparramaban sobre su cuerpo bronceado generando una escena bastante agradable a la vista.

—Venga, tienes que desayunar— la llamé intentando que abandonara el juego de miradas que llevaba a cabo con el concreto. Sin embargo solo pestañeó un poco y movió los ojos para inspeccionarme haraganamente.

—No tengo el más mínimo deseo de morir intoxicada— fue su respuesta aunque al instante pareció arrepentirse, limitarse, fue un gesto demasiado extraño en ella— No tengo hambre.

—Lo sé, pero tienes que comer— insistí esta vez sentándome a su lado— Además, no está tan malo.

Ella volvió a mirarme reparando esta vez en la bandeja que traía entre mis manos. Si alguien me hubiera dicho que iba a terminar haciéndole de enfermera y criada a Camila Cabello mi próxima profesión habría sido sepulturera.

—¿De qué es ese jugo?— preguntó esta vez verdaderamente interesada y sonreí en mi mente.

—Banana— respondí a sabiendas de que por alguna extraña razón ella prefería esa fruta por encima de las otras. Beneficios de ser una metiche.

—Plátano— me corrigió como si nada pero sin embargo se incorporó a los segundos.

—Banana— repetí intentando sellar la pequeña disputa para que de una vez y por todas se bebiera el maldito jugo, pero ella repitió la palabrita una vez más— Lo hice yo, así que yo decido de qué rayos es el jugo y cómo rayos se le dice.

—Bueno pues yo decido si me lo tomo o no y simplemente no me apetece tomar jugo de "banana"— marcó comillas en el aire y yo simplemente puse los ojos en blanco ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado con ella?.

—Vale, plátano también— farfullé entre dientes antes de entregarle el recipiente no sin antes dejarle en claro que debía comer las tostadas también. Les había añadido nutella teniendo en cuenta su fuerte tendencia por meterse azúcar como una yonqui.

—A veces sí me alegro de que revisaras mis conversaciones por cosas como esta— señaló la comida frente a ella y se dispuso a comer en silencio, aunque para mí no pasaban desapercibidas las graciosas muecas de gusto que hacía al comer— Ah... y... bueno— apenas soltaba una palabra masticaba más rápido como si realmente deseara tragarse sonidos y desayuno juntos y evitarse la charla— Graciasporlodeayer— soltó de un momento a otro como si fuera una tos repentina.

—No es nada, ni siquiera sabía qué hacer así que es pura suerte que estés viva ahora mismo— ella negó como si intentara no prestar atención a mi escueto y  extraño intento de disculpas.

Shameless (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora