10: Que sean los dos

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Cuando desperté Lauren estaba dormida a mi lado. Su rostro permanecía adornado con esa calma casi angelical que suavizaba sus facciones mientras descansaba.

¿Cuánto habría sido capaz de pagar yo por quedarme un par de días más en aquel limbo temporal junto a ella?

No me atrevía a calcularlo porque aquello implicaba dar un valor cuantitativo a la necesidad que sentía.

Aparté mis estúpidos pensamientos de un manotazo, como si espantara insectos en una noche de verano. Me puse en pie y bajé en busca de Normani, que, como esperaba, ya estaba despierta.

—Buenos días— susurré mientras me estrujaba los ojos y me sentaba en una banqueta alta frente a la isla de la cocina.

—Estaba preparando un té ¿Quieres?— asentí con el rostro entre las manos. Me sentía extraña, pero la verdad, es que me sentía muy pequeña.

Como cuando sabes que es el último día de una temporada. Cuando tenía seis años y no era capaz de comprender que no regresaría en mucho tiempo, pero aún así, sentía que era el final de algo.

Era justamente eso,  la misma sensación de dejar muchas cosas sin terminar; media página de todo un libro en blanco y con una oración a medias que jamás sería retomada.

Pestañeé un par de veces cuando sentí que me quemaba las manos y para cuando regresé a la realidad ya sujetaba la taza humeante. Definitivamente andaba cargando con un déficit de atención horrible, al mínimo descuido ya estaba metida en mi desordenada cabeza.

—No andamos muy comunicativas hoy ¿Verdad?— comentó Mani mientras jugaba con el hilo de la bolsita de té— Tienes escrito en la cara que no te hace mucha gracia marcharte.

—Disfruté mucho este viaje— respondí a secas y en general, porque sabía por dónde iba ella, no quería hablar de Lauren y mucho menos de Shawn, pero se le veía inspirada.

—El viaje y la compañía— me guiñó un ojo, insinuante y se me subieron los colores a la cara, tanto por vergüenza como por una ligera molestia que comenzaba a aflorar en mi interior y que, como siempre, terminaba por tomar el mando.

—Mani, de verdad, no tengo ganas de hablar de Lauren ahora— por lo poco que conocía a la muchacha tenía bien claro que algo que hacía muy bien era irse por las ramas, así, muy sutilmente siempre llegaba a lo que realmente le interesaba.

—Eh, en ningún momento hablaba de ella, estaba hablando de mí ¿Acaso no fui una guía turística fenomenal?— nuevamente sentí mis mejillas arder, estaba jugando conmigo y se estaba divirtiendo mucho— Que decepción, te hospedo en mi humilde morada— en mi opinión no era nada humilde— Te muestro las maravillas de La Habana— que para mí no resultó ser tan maravillosa con sus aristas divergentes— Pero viene Lauren, te echa tres polvos y mi esfuerzo pasa a la historia— exclamó con dramatismo y sentí que de un momento a otro era físicamente posible que toda la sangre acumulada en mis mejillas me hiciera explotar la cabeza. Abrí la boca, dispuesta a protestar, sin embargo no salió nada. 

—No sé de qué me estás hablando— susurré mientras bebía un sorbo de té caliente— ¿Cuánto tiempo al año pasas aquí?— intenté cambiar de tema, porque la verdad estaba segura de que había perdido unos cuantos puntos de dignidad con la intervención anterior.

—Voy a ignorar tu tímido intento de desviar la conversación... Seis meses, a veces siete, máximo ocho, la primera vez pasé dos años aquí— por un momento me pregunté qué la trajo tan lejos, era la misma duda que tenía respecto a Lauren, pero Normani se mostró más receptiva y no puso ninguna pega en responder mi pregunta interna— Alguien una vez quiso darme una lección de humildad, resulta que es la misma persona que cada navidad intenta convencerme de que mi vida está allá y no aquí. La verdad es que está en ambos lados, es más divertido compartir el desastre y poder cambiar de ambiente cuando lo necesites.

Shameless (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora