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Han pasado largos y horrorosos cuatro años, ahora con 20 puedo ver cosas muy claras.

Actualmente me encuentro viviendo en el monte Tonka, el lugar más alto del País del Sonido y dónde tengo la recidencia Tsukinōra, nombre que le puse al lugar en cuanto comenzó a tener la preciosa mala fama que tienen esos sitios en los que contratas a gente que haría toda clase de crímenes por una alta cantidad de dinero. Sigo entrenado a mis pequeños, Taro y Seuke tienen 16 y mi querido Juunki tiene 13. Han crecido de una manera favorable, son presumiblemente fuertes y con una lealtad de hierro.

En el lugar en el que vivo junto con mis adorados súbditos han entrado muchísimos niños más, todos huérfanos y con la intención de que les dé refugio y apoyo, dándome a cambio su lealtad y respeto.

Por la manera en la que me expreso espero que ya se hayan dado cuenta de que, en efecto, mi amado rayo de sol, Naruto, nunca vino a visitarme. Jamás lo volví a ver.
Shikamaru venía casi todos los días a verme, en excepción por supuesto, los días en que transcurrió la Cuarta Gran Guerra Ninja, de la cuál estuve pendiente en todo momento y que terminó justo el mismo día del cumpleaños de Naruto.
Cuando Shikamaru venía me contaba todo lo que sucedía, todo lo que Naruto hacía, las misiones que tenía, su creciente popularidad entre las personas de la aldea y del mundo, todo... aunque olvidaba siempre mencionar un pequeño detalle. Meses después de que la guerra terminó Naruto había comenzado una linda relación con Hinata.

De eso me enteré en cuanto empecé a enviar a Seuke cómo investigador e infiltrado a la aldea de la Hoja. Lo único que sé hasta ahora es que los habitantes del País del Sonido lamentaron que haya llegado a mí esa noticia, por la misma ira que sentí ante esa anécdota ataque con fiereza a la gente que se me atravesara. Esperé varias semanas a que Naruto siquiera me mandará una nota pero jamás se tomó el tiempo de hacer nada para contactarme. En cuanto el sello de enclaustramiento que Kabuto me había puesto se cayó pensé en ir a buscarlo, sin embargo, mi orgullo ganó y dejé que pasará el tiempo; fuera de todo eso, mi vida iba de maravilla. Cada vez era más grande el temor que las personas le tenían a mis discípulos, no por la maldad con la que trabajaban, sino por la crueldad con la que trataban a todo aquel que se interpusiera en mi camino.

- Señorita Tsukii. — dijo Seuke mientras se incaba frente a mi silla después de aparecer de la nada en la habitación.

- Seuke... — sonreí, me levanté de la silla y miré por la ventana de la habitación para observar la aldea entera — Qué traes hoy para mí, querido.

- Tengo noticias que probablemente no le agraden del todo. — lo miré inconforme con la intención de que se apresurara a decirme lo que pasaba, él solo acomodó sus anteojos — La señorita Hinata tenía a un bebé en brazos, todo parece indicar que el hijo es del señor Naruto, quien se encontraba jugueteando con el niño. Ya le había informado que hace diez meses que no sabía nada de la señorita Hinata, no sabía que estaba embarazada, mucho menos que ya tenía al bebé. Hasta ahora que los encontré desprevenidos.

Mi respiración se detuvo en seco, mi boca dejó de fabricar saliva y mi corazón comenzó a latir con tal rapidez que parecía querer salir de mi pecho. « Estuvo embarazada... tienen un hijo. » me giré de nuevo a la ventana para que Seuke no notara el impacto que la noticia tendría en mí. Hice una seña para que se fuera, orden que acató en cuestión de segundos.

- Me haces tanto daño...

Dije con toda la furia posible, tomé la capucha del perchero y caminé con rapidez hacia el lobby de la recidencia dónde se encontraban Taro y Seuke conversando, ambos se incaron ante mí en cuanto me vieron.

- Voy a salir. — dije sin mirarlos, pero me detuve en seco en cuanto sentí la mirada preocupada de Taro sobre mí — No vendré en días, no me esperen. Encarguense de los niños... confío en ustedes.

La Flor Púrpura del Campo | Naruto UzumakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora