Capítulo 35. Príncipe de cenizas

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DESMOND

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DESMOND

Alguien toca la puerta de mi habitación.

Una, dos, tres, cuatro veces.

Yo no contesto, me enredo más en mis cobijas y cierro los ojos con fuerza como lo he hecho estos cuatro días, no me he levantado para nada, no he comida tampoco, huelo mal, mi cabello es un asco y de seguro mi cuerpo ha perdido fuerza. Inútilmente, vuelvo a abrir mis ojos, empezando a frustrarme porque en esta semana que ha pasado lo único que veo al cerrarlos es como mis brazos se aferran al cuerpo sin vida de Medras. Su funeral se llevó a cabo al día siguiente de la batalla, la cual fue llamada la batalla de las montañas de cristal. Medras no fue al único que perdimos, más de cien personas murieron esa noche, tanto hechiceros cómo guardias. Se hizo una ceremonia por ellos, Medras estuvo en medio de todos, su ataúd fue hecho con la mejor madera de todo el reino, fue tallada por horas hasta tomar un acabado perfecto.

Ni siquiera sé de donde saque la fuerza para aquel día, para ir y pararme frente a todos los reinos mientras veía como echaban tierra al ataúd de mi amigo para dejarlo por siempre bajo tierra. Recuerdo muy pocas cosas, ese día sentí que mi cuerpo se movía por si solo, como un títere, fui llevado de un lado a otro para que todas las personas vieran que estaba bien, que seguía en pie y con la cabeza en alto, pero no lo hice, no fingí eso, no mentí acerca de como me sentía, incluso deje salir algunas lágrimas cuando bajaron su ataúd. Aún recuerdo los latidos de mi corazón y el como es que mi cuerpo se resistía a darse por vencido mientras corría por el campo de batalla por la ayuda de Conan.

Conan.

Casi nadie ha hablado de él, ni de Félix, es como si a todo el mundo se les hubiera borrado la memoria, no miento, en los días siguientes a la batalla mis únicos pensamientos eran sobre Medras, sobre Triddor y sobre mi madre que no me puse a pensar sobre Conan, ni sobre que cosas terribles estuviese pasando en el templo Ardor. Mi padre declaró esta batalla como neutra, tiene vergüenza absoluta de admitir que fuimos masacrados, tiene miedo de que su pueblo lo vea como alguien débil, también armo todo un escándalo por Luca. Todos los presentes en la batalla prometieron guardar el secreto de que mi hermano posee magia oscura, muchos de ellos quisieron indagar más en el cómo y el porqué de ello, mi padre los hizo callar con cofres llenos de joyas y oro. Tetis y los pocos hechiceros de luz que quedaron defendieron a mi hermano con uñas y dientes, Luca y yo no hemos hablado desde el funeral, de hecho no he hablado con nadie. Me basta con solo decir: si, no, hola, adiós.

No me apetece entablar conversación con nadie, no cuando lo primero que noto son sus miradas de lástima, tampoco me agrada que lo primero que mencionen sea el nombre de Medras. Ignoro a cualquier persona que intente acercarse a mí con esas intenciones y eso significa que he ignorado a todo el mundo.

—No sé si tengo hambre —Me digo a mí mismo levantándome con cuidado tocando mi estomago, todo mi cuerpo se siente frágil y a punto de doblarse, como un muñeco de trapo—. No he comido... ¿Desde hace cuatro días?

CORONADO 2: EL HECHICERO OSCURODonde viven las historias. Descúbrelo ahora