CAPITULO 2

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- No te conozco.

La espalda del hombre se tensó antes de girarse. Al encararla, Nina no se sintió contenta de descubrir que sus suposiciones fueron acertadas. Efectivamente, este era uno de los hombres más atractivos que hubiese conocido nunca; Sus ojos de un color café oscuro, rasgados pero grandes. Una nariz recta y un poco ancha, que se equilibraba en una cara ovalada bien proporcionada. Los labios, ahora mismo contraídos, delgados y elegantes. También era alto, con la figura de un hombre que disfruta de los deportes, pero vestido con pantalones y chaleco de vestir color gris Oxford, zapatos de piel y una impecable camisa blanca. La corbata siendo el único rasgo de color en su vestimenta, de un brillante azul zafiro que resaltaba el tono de su piel.

"Quizá demasiado guapo" pensó Nina con decepción.

Las personas demasiado bellas acostumbraban a ser bastante superficiales. A ella misma la habían acusado de serlo en varias ocasiones, aunque en su caso no había nada más alejado de la realidad. Porque ella ni siquiera estaba segura de haber logrado definir su personalidad todavía. Vivía en un entorno lleno de lujos y excentricidades y estas cosas no le ayudaban a que su vida se sintiera menos intolerable.

El hombre la evaluó con el mismo interés descarado con el que ella reparó en cada uno de los aspectos de su imagen. La miraba con atención, pero sin la sorpresa inicial que generalmente ocasionaba en las personas que la miraban por primera vez. Se preguntó si esta reacción se derivaba de un encuentro anterior que ella no recordaba o sí simplemente no existía un interés real hacia su persona. Al final de cuentas, por su vestimenta, no podía tratarse de un alumno cualquiera.

- No tendrías por qué hacerlo - Nina sintió un estremecimiento al escuchar su voz; Era profunda y casi le había susurrado una respuesta tan irreverente como su pregunta. Darse cuenta de la grosería que cometió la hizo sentir una oleada de vergüenza que calentó la piel de sus mejillas. Estaba claro que ella no había elegido las palabras adecuadas para hablarle, y él, pese a todo, había suavizado su tono para no sonar igual de chocante.

- Supongo que no - desvió la vista hacia una estantería mientras sus manos aferraban la tela de la falda de su uniforme. Aumentando su nerviosismo en tanto su acompañante no apartaba los ojos de su cara. Le provocaba una sensación diferente estar siendo evaluada de esta manera, interesante, pero incomoda. Porque ya no sentía que estuviese valorando su aspecto físico. Era como si estuviese buscando otra clase de singularidades en ella, quizá algo más referente a su carácter. Pensar en ello la animó a hablar de nuevo - ¿Quién eres?

Cuando se arriesgó a mirarlo de nuevo, aquellos ojos cafés seguían pendientes de su expresión.

- ¿Importa? - su tono era muy amable.

- No lo sé - la duda en sus palabras delató su inseguridad. Realmente no sabía que estaba sucediendo aquí exactamente y ella nunca había sido buena enfrentándose a este tipo de situaciones en donde se sentía en desventaja. El hombre también parecía estar lidiando con la incertidumbre, aunque lo estaba disimulando mucho mejor de lo que ella podría haberlo hecho.

- ¿Quieres saberlo? - Nina no podía afirmarlo, pero le pareció notar un toque de emoción en la pregunta que le hizo. El hombre le estaba dando la oportunidad de elegir; entre conocerse o dejar pasar el asunto. Esa no era una pregunta fácil de responder y las razones de Nina se extendían más allá de su propia disposición. Le era difícil generar lazos duraderos cuando no podía ser sincera con sus propias emociones. Además, no le gustaba tener que estar mintiendo todo el tiempo y le exasperaba que Dimitre siempre encontrara la manera de entrometerse, siendo injustamente crítico con las personas que se relacionaban con ella.

Sus razones tenían un peso incalculable. La respuesta tuvo que ser "no".

Pero no fue así.

- ¿Quién eres? - su susurró fue casi inaudible. En el silencio que prosiguió a su pregunta el ambiente a su alrededor se cargó con la expectación de la respuesta que recibiría. Los segundos se alargaron interminables, y sus dudas aumentaron en tanto se cuestionaba a si misma si aquel hombre había sido capaz de escucharla. Los ojos seguían fijos en su cara. Si su voz no fue lo suficientemente alta, al menos tendría que haber interpretado el significado de sus palabras con el movimiento de sus labios. O tal vez, simplemente, la decisión que tomaron iba en direcciones contrarias.

SU REFLEJO EN ELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora