Los pasos que escuchó Nina a sus espaldas le hicieron percatarse de la ventaja perdida mientras corría por los pasillos vacíos del instituto. En medio de la desesperación, giró a la derecha en lo que le pareció una zona de oficinas. Corrió derecho otros diez metros y luego dio un giro descuidado a la izquierda, que la hizo desbalancearse y tener que cogerse de una barandilla para mantener el equilibrio. La fuerza del agarre fue desmedida, causándose daño en las heridas de las palmas.
Allí terminó su carrera. Los brazos de Hyun Joong envolvieron su pequeña cintura por la espalda y la introdujeron, prácticamente en volandas, en una de las oficinas del pasillo.
- ¡¿Por qué?! – jadeó Hyun Joong contra su oído luego de cerrar de un portazo, provocándole a ella una serie de estremecimientos por todo el cuerpo. El tono del hombre era mordaz e impaciente.
Nina también jadeaba, debido a haberse desacostumbrado a realizar actividades físicas. Le estaba costando recuperar el aliento.
- ¿Por qué corriste? – exigió saber él alzando la voz. Podía recuperarse y perdonar todo lo demás, pero verla alejándose de él... asustada y llorando. No tenía sentido. Hacía menos de veinticuatro horas que esa misma joven le había suplicado que se acostara con ella.
Simplemente no tenía sentido que actuará de aquella manera irracional.
Al ver que Nina se negaba a contestarle, aflojó la presión de sus manos en su cintura y la hizo girar entre sus brazos para mirarla de frente. A modo preventivo, apoyó la espalda de Nina contra la madera de la puerta.
Los ojos llorosos de la joven no hicieron más que incrementar su enojo. Maldijo por lo bajo, estampando la mano sobre la superficie de la puerta, justo por encima de la cabeza de Nina, quien no pudo evitar dar un brinco por la sorpresa del golpe.
- ¿Por qué lloras? – quiso saber él, aunque ya dudaba que Nina fuera capaz de responderle nada. Entonces se percató de la sangre en las vendas de sus manos. Palideció al instante – Ven aquí, no, no llores – la abrazó dulcemente, desechando cualquier rastro de los otros sentimientos dañinos. Siendo la preocupación quien se ocupará de sus movimientos cuidadosos.
- Oppa... – Nina temblaba, incapaz de controlarse.
-Shh – chitó Hyun Joong suavemente – Primero vamos a revisarte, ¿te parece? – se inclinó y la alzó sin que su peso pareciera afectarle en lo más mínimo. Se adentró en la oficina con ella en brazos y la dejó sentada sobre la superficie de un compacto escritorio de madera. Las lágrimas de Nina no dejaban de brotar por sus ojos de miel.
-Veamos - tomó una de las manos de Nina y comenzó a desenrollar la venda que la cubría. Ella hizo muecas debido al dolor, pero fue valiente y no se quejó en voz alta. Los dedos de Hyun Joong se volvieron sumamente cautelosos conforme la venda iba liberando trozos de la piel de la palma, donde las húmedas manchas de sangre intensificaban en color y tamaño. En la mano derecha se encontró con tres cortes asimétricos, dos de ellos sellados con un punto de sutura cada uno. En el izquierdo había cuatro cortes, todos ellos sellados con puntos.
Hyun Joong se vio obligado a girarse e inhalar varias veces, no dispuesto a dejarse llevar por las emociones otra vez. Echó la cabeza atrás, cerró los ojos y se pasó los dedos por el cabello, desasiendo buena parte de su peinado.
- ¿Oppa? – inquirió Nina con nerviosismo.
- Solo necesito un minuto – respondió este con acritud. Se concentró en regular su respiración, una y otra vez. Cuando se supo dentro de sus cabales, retomó su tarea – Por aquí debe haber un botiquín de primeros auxilios.
Se acercó a un aparador cuya superficie contenía una cafetera moderna, un juego de tazas de porcelana y un paquete de sobres de café fuerte. Se inclinó y sacó del último cajón una bolsa con los insumos de curación. Al regresar junto a Nina, esta rehuyó su mirada.
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SU REFLEJO EN EL
FanfictionLuego de seis años de alejarse de los conflictos e intereses de su familia, Hyun Joong regresa a Seúl para brindar apoyo al único amigo que tiene en la ciudad. Su vida se complica cuando conoce a Nina Nóvicova, una bella joven acaudalada a quien la...