Capítulo 5

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—Están sentándose en aquella mesa de allá —señaló Lena, contenta, la verdad que es habíamos tenido pocos clientes últimamente, podía entender su entusiasmo—. Ve.

Me dio un leve empujoncito, reí por su presión.

Me acerqué con la libreta en manos.

—...igual podías pedir otra cosa.

—Deja de molestar y pide lo que quiero —chilló la chica mirando cómo me acercaba.

—Buenos días ¿Qué van a...

—¡Pan de cebolla! De esos riquísimos que hacen aquí.

Parpadeé hacia la chica, miré al chico que me dirigió una mirada cansada y la miró exhausto.

—Lo que ella quiera.

—¿Algo m...

—Un té de manzanilla, por favor.

Giré mi cabeza hacia el chico.

—¿Y usted pedi...

—Una ensalada con esas cositas raras. A mí un Espresso también. —Terminó ella.

—No son cositas raras, se llaman...

—¡Vamos, tengo hambre!

El chico masculló algo y me dedicó una sonrisa tensa. Vale, eran únicos. Caminé de buen humor riéndome interiormente de la parejita. Pobre chico, creo que está a punto de correr. Ni siquiera tuve que anotar nada, lo grabé en mi memoria y se lo dije a Sarah.

—¿Y esa sonrisita? —vi que Lena se asomaba por la puerta de la cocina.

Creo que tenemos unos clientes especiales.

—No me diiiiigas —miró curiosamente detrás de mí—. ¡Mira, él está aquí!

Me senté en el taburete de la barra y miré sobre mi hombro, el suicida entraba con unos vaqueros desgastados y una camiseta azul, que increíblemente le quedaba tan bien a su piel.

Oí la risilla de Lena antes de que se metiera en la cocina.

—Madre mía —la escuché desde la cocina. Seguro y Jasper estaba harto de ella, bueno, él era muy comprensible.

—Huele delicioso —giré en busca de los labios que pronunciaron esas palabras.

—¿Qué haces aquí?

—La camarera no se acercaba a mi mesa.

—Acabas de llegar —bufé perdida en sus ojos avellanas, Dios mío, ¿dónde queda aquello de que solo los ojos de colores causan sensaciones? Se equivocan.

—¡Se entretuvo mirando tu rostro! —escuché la risilla de Lena.

El suicida saludó a Sarah que se le tiñeron las mejillas de rojo y desapareció por el mismo lugar que Lena.

—Son... interesantes.

Ah, sí. Lena era un dolor de culo.

—Eso creo.

—¿Y qué me ofreces ahora? —se inclinó apoyando sus codos en la barra.

—Todo lo que tú quieras coger, de mi cuello para abajo, preferiblemente —le respondió Lena. Giré los ojos y tomé el pedido.

—No podría negarme a ciertas propuestas —respondió inmediatamente.

Resoplé y me volví a acercar a la parejita. A ver con lo que me toca.

—No, no es cierto. Te lo comiste todo y mi madre lo preparó para mí.

—Pero tu madre me ama, o sea que fue para ambos.

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