Capítulo 6

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Miré a través de la ventana en la cocina, llovía. No era algo nuevo en Norvel, pero sin duda era alarmante cuando lo precipitación alcanzaba estos niveles.

Me sentía a salvo, a pesar de todo, pero no podía dejar de pensar en aquellas personas que vivían en la primera planta. El agua no tardaría en invadirlos.

Observé a mi madre y la destreza con la que se desenvolvía mientras cocinaba. Picaba el queso parmesano sin problemas en finas láminas.

—Buen día, familia —papá entró con una sonrisa en el rostro, detrás de él Larry venía con un avión azul de juguete.

Me permití caminar hacia el comedor y sentarme en mi silla habitual. Los días pasados solía escabullirme del instituto para salir un tiempo con el suicida...era tan relajante y magnífico a su alrededor que era ajena a todo lo demás. Compartíamos besos, suaves, caricias casi inexistentes, cosas que despertaban en mí muchas terminaciones nerviosas.

No mucho tiempo después, mi madre depositó nuestra comida en la mesa. Miré mi plato y, sin poder evitarlo, enarqué una ceja hacia papá.

—Es carpaccio con queso parmesano. Coman.

Oramos y luego miré mi comida.

El plato consistía, a lo que yo podía ver, en solomillo de ternera. Y queso, claro.

Papá probó y hizo un sonidito de degustación. Seguí sus pasos y me encontré amando cada bocado.

Papá me dejó en el trabajo con un beso en la frente y un abrazo. Viéndolo así, no me parecía el tipo de persona que le mentiría a su hija, no sin motivos.

La lluvia había cedido, sin embargo el ambiente frío estaba ahí.

Entré siendo recibida por Lena; Sarah aún no llegaba. Inmediatamente me puse a trabajar, tomando pedidos, entregándolos y pasando un trapo con cloro a las mesas. Debía llegar más temprano para tener la oportunidad de limpiar el piso.

Ese día la cantidad de clientes era alarmante, no entiendía el porqué de todo eso, ni siquiera eran todos de lo fijos que teníamos, eran personas que en mi vida había visto.

—Han cerrado la cafetería de la esquina —me informó Lena dándome un latte.

Miré la capa de espuma del latte y arrugué mi frente.

—¿Eres consciente de que se te fue la mano con la espuma? Parece un capuchino.

—No te preocupes, los clientes no se quejan —fue su sabia respuesta.La dejé sonriente y caminé para entregar lo pedido y los dulces.

En eso de las cuatro ya estaba cansada de ir de aquí para allá, me sentía un poco asfixiada en mi respiración. Tomé asiento en unos de los taburetes y apoyé mi cabeza en la barra.

—¡Eh, ha venido tu chico!

Levanté la cabeza dándole una mala mirada a Lena, luego giré para encontrarme con aquella persona. Él ingresaba con el pelo fuera de su lugar. Inmediatamente algo se apagó a mi alrededor, todo fue peor cuando su mirada colisionó con mía. Dejé de oír a Lena, dejé de oír las campanitas que anunciaban que alguien esperaba por mí para algún pedido...

Pero, sin embargo, no pude mantenerle la mirada. Había algo tormentoso en ella, algo que no me gustaba. Él no sonreía.

Sin previo aviso, mis pasos fueron hasta él. Se sentaba en la habitual mesa cerca de la ventana con la vista perdida entre las aguas.

—¿Qué va a ordenar?

—Varias donas si te es posible, solo quiero azúcar. —Respondió sin mirarme. Entendí que evitaba mi mirada.

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