Epílogo

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7 de mayo del 2019.




Agité mis pies en el agua del muelle, sin miedo, desechando los barreras que no me permitían hacerlo.

Lans estaba ahí, a mi lado. Ya había sufrido lo suficiente para darme un paso al pasado, pero no pude evitarlo.

Su traición, saberlo no ser sincero me sumergió en una marea de decepción. Sí, fue decepción, no sentía rencor ni me sentía traicionada, solo sentía que lo que no era amor nos ataba de una manera estúpida que no nos permitió darnos cuenta de la realidad de nuestros sentimientos.

Todo tomó sentido al saber de su engaño, que no me quisiera en la fiesta, que no estuviera al salir y sus constantes desapariciones. Todo encajó como las piezas de un rompecabezas en el lugar correcto, mas sobrellevar eso fue más fácil que el final de las revelaciones; que en estas sí encontré el sentido de todo, mis lamentos.

—¿Estás lista? —estaba a mi lado, sin camisa y con un pantalón playero.

No ver alguna alteración en mi piel me hizo ser valiente.

—Sí.

Tomé la mano que me brindaba y desaparecimos en el agua causando que las olas embravecidas nos tragaran. El mar bramó con fervor, con brío, ímpetu y sin remordimientos. Después de tanto, un huracán volvía a azotarnos quitando la paz que el sol había dejado.

El agua estaba álgida, hasta un punto de causar hipotermia, no sabía cómo él lo lograba sobrellevar que tanto se sumergía entre sus aguas.

—¿Dónde estás? —grité, hice lo que pude por llegar a la superficie.

—Abajo, ¡venga! —lo oí antes de que tirara de mis tobillos hacia el agua.

—¡Ay, está fría!

Cerré los ojos aferrándome a él. Él me sostenía por la cintura, tanteé como pude hasta encontrar su cuello y enredar mis brazos en ese lugar. Temblé de frío, nos llevó a la superficie de inmediato.

—¿Todo bien?

—¡Sí!

—Te voy a soltar.

—¡No! —me aferré más a él.

Sentí sus hombros vibrar y su risa.

—Confía en mí, debes disfrutar.

—Vale —soné más confiada de lo que estaba. Sentí cómo me soltó lentamente y volvió a sumergirse.

Me quedé sola en la superficie, el agua me golpeaba como si su intención fuese hacerme flaquear, fíjate que lo estaba consiguiendo. No sé cuánto duré, solo sé que fue una eternidad hasta tomar el valor necesario y volver abajo.

Con miedo a lo que pudiera encontrar, abrí los ojos. Y pude permanecer con ellos de esta manera, otro don del experimento, supuse. Me quedé flotando, dejando el agua ser conmigo. No sabía dónde estaba él, nuevamente, pero no me importó; este momento era solo mío.

Las aguas se volvían más oscuras entre más me sumergía, para ser mi primera vez, mi desenvolvimiento era inmejorable; contando con la capacidad de poder aguantar la respiración, por supuesto o en dado caso, respirar entre las olas.

Las olas me seguían guiando a su antojo, de aquí para allá como un ser ingravida. Las sentí chocar con mi cara y en todo mi cuerpo, era delicioso, una sensación inigualable.

Sellé mis labios, no quería arriesgarme y aguanté más la respiración. Que Lans pudiera respirar no era mi constancia. Giraba y giraba en las aguas, mas la sensación divina no duró lo esperado, sentía que el cuerpo se iba adormilando, mi cuerpo. Los dedos, los pies, el cuello, todo se heló por el frío, como si me encontrara dentro de un bloque de hielo.

De pronto estaba paralizada, excepto por el movimiento que las olas me causaban, golpeaban mi cuerpo con furia. Sentía que no había nada que hacer, y aunque intenté hacer el más mínimo movimiento, el estado en el que el frío me sumergía estaba acabando conmigo. Entendí entonces que el problema ya no era respirar, la hipotermia acabaría conmigo de alguna manera.

Las olas ya no me causaban placer, sus embestidas ya no era deliciosas, eran mordaces y entendí que se burlaban de mí. Desde el inicio nunca me quisieron, solo querían deshacerse de su tormento. Manteniéndose firmes y declarando que la ciencia nunca podría con la naturaleza, que por más que nuestro cuerpo hubiera sido modificado, esto no éramos nosotros.

Y sabía que algún día, muy pronto, iba a morir por Exil. Pero no quería morir en el agua, no de esta manera. Balbuceé el nombre de Lans, me arrepentí de inmediato, el agua se atrabancó en mi garganta y me hizo toser o más bien intentar hacerlo.

Entre mi delirio, la burla mordaz de la naturaleza, maldije a mí padre. Maldije a mi madre. Maldije al mundo entero, pero a ellos más que nada. 

El cielo rugió en el momento exacto en el que los pulmones me ardieron. Era falso. En realidad, quizás solo Lans podía estar bajo el agua...yo no podía albergar agua en mi interior porque quemaba como el fuego.

¿Dónde estaba?  ¿Todavía no me sentía! ¡Dónde estás!

Sentía el agua recorrerme la garganta, la tráquea, el esófago...lo sentí en todo mi cuerpo. Las palabras de Lans cobraron sentidos...ya me está hundiendo hasta lo más recóndito de la aguas.

Mi cuerpo tendría que pesar en ese momento exacto varias libras más ante tanta cantidad de agua.

Con la última exhalación, la de gracia, cabe destacar; sentí que algo golpeó mi pecho como si de un puñetazo de un boxeador se tratase. No fue una roca, fue su dolor.

Ya no había dudas ante lo que éramos: «y no podíamos vivir el uno sin el otro»

Retirando los vagos esfuerzos, baldíos, y la resistencia, congelé una sonrisa en mi rostro. Él también estaba muriendo por dentro, se escuche loco o egoísta, el saberlo me llenaba de placer.

Cerré los ojos con este hallazgo.

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