Capítulo 15

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Hay un gota, o más bien un gotero que con cada movimiento esparce su sonido en eco.

De entre tantas cosas, saber cuándo estoy soñado y cuándo no, es mi ventaja. Por lo que con solo dar un vistazo a mi alrededor sé dónde me encuentro y que no es un lugar que recurra.

De pronto hay más gotas uniéndose a la solitaria y el lugar se vuelve un eco de este sonido. Y de pronto es un reloj. Tic. Tac. Tic. Tac.

Es un sótano, abandonado, perdularia, con un olor nauseabundo y/o putrefacto. Hay un enorme charco de agua a mis pies y no me es difícil adivinar el porqué, siendo consciente de todos las gotas que caen, extrañamente ninguna me roza. Como si hacerlo desataría un a clase de demonio.

El matiz de la luz cambia. Se vuelve opaca, tenue y el ambiente se vuelve umbrío, dibujando figuras insinuantes a la oscuridad. El primer rastro humano aparece...es una risa estruendosa. Giro mi cabeza como la Niña del Exorcista a mi lado y me veo. Estoy pálida como en el último sueño y me encuentro mirando el lugar con deliberada curiosidad.

Tal vez llegaba a los nueve años en la forma en la que me veo reencarnada a mi lado. Me basta rechinar los dientes para darme cuenta que ella, yo unos años más joven, no me puede ver. Soy como un fantasma disfrutando de una función, solo que también estoy dentro de ella...en lo visual por lo menos.

Camino hasta una mesa que de alguna forma aparece ahí, me fijo en ella, yo, no me nota. Intento tomar el borde de la misma para ver si puedo tener alguna clase de interacción en el sueño, como era de esperarse, mis manos atraviesan la superficie cobriza sin estancarse en algún lugar.

Las luces parpadean antes de apagarse completamente y todo sumirse en un silencio. Ni las gotas, ni el reloj...

Hasta que algunos pasos extinguen el silencio y el grito de pavor aborda el lugar.

Mi cerebro ha llegado hasta donde quiso. Entonces despierto empapada en sudor, sin embargo, no hay gritos, dolor...no hay nada.

Es otro tipo de trance del que soy envuelta. Ojeé mi habitación, la lámpara está encendida, así como la puerta de mi habitación está abierta de par en par. No es necesario preguntar el motivo.  Y entonces lo pienso...

Mi nariz.

Tanteo el lugar. No hay ningún indicio de sangre. Saco los pies de mi cama y los tiro al piso frío como el hielo, sin hacer mucho ruido, como un ladrón robando a plena noche, me escabullo hasta mi baño y enciendo la luz. Empapo mi cara y la tallo, mi reflejo capta mi atención, mi visión se ve distorsionada y el miedo cobra vida ante lo que veo.  No he dormido mucho después de que salí de la inconciencia, las personas a falta de sueno se vuelan los muros entre la normalidad y la esquizofrenia.

Sé que mi cerebro me está jugando una mala jugada. Pero no puedo evitar asustarme. Vuelvo a aventar agua, miro el espejo, todo correcto.

Entre el lío de mis recuerdos, las pesadillas, la falta de sueño...la última revelación de Lans cobra sentido y relumbra de una manera alarmante en mi cabeza.

¿Qué tipo de experimento?  —no quería, necesitaba las respuestas. Y no se iba a ir...no me iba a dejar con las dudas.

—Siameses. Le han puesto de esa asquerosa manera. —Suspiré, no de alivio, aunque un poco sí. Pero de que no se pusiera a cotorrear sin darme explicaciones.

—¿Qué es? ¿Qué somos?

—Nos han convertido en seres dependientes uno del otro... más que Siameses quizás...no estamos unidos físicamente dentro de lo que cabe, pero nuestros sentimientos, pensamientos...yo...

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