El cielo que desciende

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La boda finalmente se llevó a cabo dentro de Konohagakure. Las fronteras se abrieron entre el País del Fuego y el País del viento, lo que permitió un completo comercio durante la semana después de aquel enlace entre la Princesa de Suna y el Príncipe de Konoha (sobrenombre que la gente comenzó a expandir sobre su perfecto ANBU hijo de Tsunade y heredero de los Senju); apodo que el mismo chico encontró extraño. Era el Akame no ANBU, él Katame no ANBU (El ANBU Tuerto) y otros pronombres que harían dudar a cualquiera de enfrentarlo siquiera. Un nombre como el Príncipe de Konoha, resultaba extraño para sus oídos, aunque no intentó deshacerlo o callarlo dentro de las personas de su pueblo. Mantenerlos contentos y calmados era lo mejor durante una festividad. Las cosas que podían salir mal en una semana de boda realmente eran muchas cosas que nadie podría esperar.

Palomas blancas, invitados de alcurnia, gente importante y buena música, así como una unión de culturas entre el Viento y el Fuego había generado una de las bodas más hermosas que tanto Konoha como Suna pudieron disfrutar. Y muchas personas de edades avanzadas compararon esa boda con la de los anteriores Kages, con la de shinobis importantes de su pueblo. La mayoría de las bodas (como la del Yondaime Hokage y Uzumaki Kushina) ocurrieron en la clandestinidad, quedando solo entre los altos círculos del gobierno del país, siendo el señor feudal quien presidía dichos enlaces, siendo los testigos personas del consejo o los mismos Kages de dichas aldeas y países.

En un mundo que podía estar lleno de traiciones en un solo segundo, que podía llevar a un pueblo a un caos constante, los secretos y la información lo era todo. Sin embargo, la boda entre los dos prometedores shinobis de la era actual no pudo mantenerse en secreto, no debía ser un secreto. Fue realizada con la intención de generar una seguridad completa a uno de los dos lados y una estabilidad al otro, un momento de paz necesario para reestablecerse, para que ambos bandos se reestablecieran. Aquella unión lo era todo para ambos lados y lo necesitaban. Konoha no sería idiota y lo gritaría, pero Naruto sabía que su pueblo no estaba pasando por un buen momento económico y contaba con pocos shinobi activos con los que mantener el flujo constante de dinero gracias a las misiones. Para subsanar esto, su boda con Temari generó un comercio entre los dos países y las dos aldeas. Un ganar y ganar para ambos lados. Mientras uno (Suna) contaba con un aliado fuerte, el otro (Konoha) conseguía un pequeño flujo de dinero con el que reestablecerse económicamente mientras volvían a rellenar sus filas con nuevos shinobi que pudieran hacer misiones de manera constante y segura. Usar a los genin quedaba descartado. Con el pasado de la Godaime, esta no estaba dispuesta a utilizar a los niños como una simple carnada, como carne de cañón.

Y todo eso, así como una unión entre shinobis, fue lograda por el sacrificio de dos jóvenes con un futuro prometedor. Temari renunció a su pueblo, a su hitai-ate de Suna por uno de Konoha para lograr la paz, casándose así con un hombre que no amaba en el momento presente y que no sabía si podría amar en un futuro; menos cuando ese chico estaba ligado a la vida de un pequeño niño de nombre Kawaki, Senju Kawaki. Y ella tendría que hacer eso, darle un verdadero heredero que no fuera un bastardo, uno de la sangre de Suna y Konoha.

Naruto por su parte renunció a la posibilidad de encontrar una mujer que él amara. Digno hijo de su padre, desde que se unió a ANBU podía decir que no había estado en un periodo largo de sequía en los aspectos íntimos del aspecto humano. Chiasa fue la primera, seguida de otras después de su capitana. Incluso la señora feudal terminó llevándolo a su cama, casi obligándolo a ello. Y ahora no podría ser infiel a Temari, no podría ser lo que era: un shinobi completo. Aunque no le gustara, debido a la boda había renunciado a la máscara, a ser el Akame no ANBU y la espina de las Cinco Grandes Aldeas. Tenía una familia ahora. Se había consagrado a una mujer. Seguir siendo un jōnin debía ser lo suficientemente para alguien como él. Su madre, la Godaime, fue demasiado clara: o aceptaba ser un jōnin o aceptaba un puesto en la mesa del consejo. Ella podía obligarlo, por supuesto, pero Tsunade tuvo la decencia de darle a elegir y su hijo aceptó lo mejor para lo que era: un shinobi de los pies a la cabeza.

A.N.B.U: Danza del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora