Padre e hijo

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Naruto miró aquellas pastillas en su mano. Eran blancas, suaves y olían a como solía oler las pastillas que el viejo solía darle cuando comenzó a usar el Mokuton y su cuerpo empezó a sentirse mal. Extrañamente, aquellas pastillas ni siquiera sabían a pastillas. No sabían absolutamente a nada, como si estuviera tomando aire y nada más. Pero procedió a meterlas en su boca y aceptó el vaso que Shizune le estaba tendiendo y bebió de un tirón aquella agua tibia que le hizo poner un rostro contraído, como si hubiera tomado algún tipo de cítrico. Y aunque no había tomado ningún cítrico, aquella agua no estaba buena. La mejor agua era cuando esta estaba completamente fría, y no estando tibia o del tiempo. Lo descubrió mientras estaba en una misión siendo más joven y desde entonces solo había tomado agua casi helada.

Soltando un suspiro, el shinobi finalmente masajeó su cuello mientras estiraba su cuerpo completamente. Estaba pasando el chequeo anual médico para los shinobi y llevaba ya casi todas las pruebas pasadas, solo le quedaba ser examinado por una doctora y finalmente se iría a su casa sabiendo que estaría otro año más de servicio y, posiblemente, ahora tendría alguien que lo esperara en casa.

Temari.

El nombre llegó a su mente como un flash espontáneo. Recordaba a la adolescente. Era una chica linda, de piernas largar, piel ligeramente dorada por el sol de Suna y de un cabello rubio algo arenoso. Pero lo que más llamó su atención, fueron aquellos ojos verdes que lo representaban todo. En aquel momento, el orgullo brillaba conjuntamente en sus ojos. Miedo por su hermano Gaara y orgullo por su aldea, por representarla. ¿Cómo brillarían ahora?

Sabía por su madrina Kushina que Menma logró que Gaara fuera algo más humano, que controlara a su Bijū y que volviera a ser una persona ciertamente con sentimientos humanos alejados de la sangre. O al menos hasta cierto grado y esto generó un mayor lazo entre Konoha y Suna, o eso era lo que esperaba.

Aun así, la boda ya estaba en marcha.

Crack

Tomando el cuello, lo hizo crujir mientras esperaba a su doctora sentado en la camilla, con el torso desnudo, mostrando los músculos definidos y las cicatrices que lo cubrían. Todas ellas fueron o recibidas durante la guerra de Kirigakure o durante el resto de su tiempo como ANBU. Aun recordaba aquella misión cuando se vio envuelto en un enfrentamiento interno que casi dividía a Konoha.

―Otro año más.

El Senju movió la cabeza cuando la puerta a su espalda se abrió con un movimiento ligero, casi imperceptible. Sus sentidos mejorados por su entrenamiento, le hicieron evadir un kunai que hubiera atravesado su cabeza.

―¡¿A-ah?!

―Si, otro año más.

Cabello color perla. Anteojos de metal cubriendo unos ojos verdes como hojas de bosque. Labios finos y delgados. Cuerpo curvilíneo que sería la envidia de las mujeres, incluyendo a alguna que otra kunoichi que él conocía.

―¡No otra vez, joder!

―Eres bueno―la mujer apartó mechones de su rostro en forma de corazón. Un lunar descansaba justo bajo su ojo derecho―Tienes los reflejos mejorados por tu entrenamiento. No hay una decaída de los mismos y tu cuerpo tiene buena coordinación. ¿Por qué sigues viniendo?

La mujer dejó su bata colgada de un perchero. Naruto observó que bajo la misma llevaba una camiseta sin mangas negra pegada a su torso, unos pantalones de ANBU negros con vendas en los tobillos y muñequeras oscuras. Había olvidado que aquella mujer fue una ANBU en un tiempo y ahora eral a comandante de la división médica de todo ANBU.

―Es algo obligatorio, Nanako.

Nanako mordió levemente su labio inferior y con una mano tomó el bolígrafo de su estuche y se lanzó contra el Senju.

A.N.B.U: Danza del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora