17. Déjà vu

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— Te dije que...

— Necesito que me ayudes con algo — interrumpió Jiang Cheng.

Song Lan apretó los labios formando una línea tensa. Él era el único que sabía el secreto de Jiang Cheng y no podía ocultárselo por más tiempo a Lan Xichen.

— Escucha, Jiang Cheng, no podemos seguir así. Tienes una hija, piensa en ella...

Jiang Cheng curvó una leve sonrisa — Es todo lo que hago — respondió — Si realmente te importa ella, me ayudarás convenciendo a Lan Xichen.

— ¿Convencerlo?

Jiang Cheng asintió y se acercó a Song Lan para pedirle un tiempo extra antes de volver a casa. Necesitaba hablar con él muy seriamente y no podría encontrar excusas en el futuro para que estuvieran a solas. Song Lan aceptó, aunque no dejaba de estar reacio, al menos hasta que escuchó la propuesta de Jiang Cheng.

**********

Un año después...

Los pasos en el corredor lo despertaron. A-Xiang de nuevo había madrugado y estaba corriendo peor que un gato travieso. Jiang Cheng se frotó los ojos para terminar de despertar y dejar la cama. Los grititos y risas de su hija se escuchaban cada vez más lejos. Él salió al pasillo principal y vio que de reojo que la habitación de la pequeña era todo un desastre a comparación de como la había dejado la noche anterior. Ya habían pasado algunos meses desde que Lan Xichen había sorprendido a la pequeña dándole su propia habitación, la misma que alguna vez había pertenecido a Madam Lan.

— ¿A-Xiang? — llamó Jiang Cheng — No hagas demasiado ruido o terminarás despertando a tu padre — prosiguió mientras terminaba de bajar al primer piso, pero lo que encontró allí era algo muy contrario a lo que había imaginado.

Lan Xichen se encontraba en la sala, jugando a las escondidas con A-Xiang, quien recibía la asistencia de Peach, la perra que Lan Xichen le había regalado a la pequeña en su cumpleaños.

— ¿Qué creen que están haciendo? — preguntó mientras cruzaba ambos brazos sobre su torso.

Lan Xichen se puso de pie tras escuchar su voz. La silla de ruedas empezaba a ser un lejano recuerdo. La niña había sido su motivación para seguir con el tratamiento y volver a caminar. Aunque al principio había sido muy difícil para él, pudo lograrlo sin que lo volvieran a operar de la columna. Jiang Cheng estuvo a su lado durante todo el proceso y eso había mejorado la relación de ambos notoriamente. Podría decirse que vivían como un matrimonio normal, pues ambos cuidaban amorosamente de su hija y se respetaban, pero no llegaban a compartir ninguna intimidad. Jiang Cheng le pidió a Lan Xichen que se mantuvieran en habitaciones independientes y siempre que deseaba demostrar alguna muestra de afecto al jade se detenía e interponía la pared de la indiferencia. Lan Xichen no insistía debido a su orgullo personal. Desde que Jiang Cheng había escapado, se sintió rechazado por él y no quería volver a sentirlo o arruinaría el progreso que habían tenido en los últimos meses si actuaba precipitadamente. Sin embargo, en privado, cada uno por su lado sentía lo mucho que en realidad ansiaba la cercanía con el otro.

— A-Xiang, te dije que no gritaras en el segundo piso — dijo Lan Xichen mientras se acercaba a acariciar la cabeza de la niña. Ella se aferró a la pierna de su padre y se abrazó de él con tanta fuerza que creía que de esa manera no sería regañada. Peach, la perra, se escondía detrás de Lan Xichen al igual que su ama.

Jiang Cheng levantó una ceja mientras observaba la escena — ¿De nuevo están conspirando los tres?

Lan Xichen sonrió levemente — No es así. A-Xiang tuvo una pesadilla y fue a mi habitación para no despertarte. No pudimos volver a dormirnos y pensamos en jugar un poco para distraernos.

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