Capítulo 15

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Vivimos tiempos desquiciados 

¡Oh nefasta suerte,que me hiciste nacer para enmendarlos! 

Hamlet 

William Shakespeare 

(1564 – 1616)


Una calesa de los Vigilantes nos llevó de Temple a Belgravia siguiendo la orilladel Támesis, y esta vez pude reconocer en el exterior muchas cosas del Londres queconocía. El sol iluminaba el Big Ben y la catedral de Westminster, y, para mi granalegría, por las anchas avenidas paseaban personas con sombreros, sombrillas yvestidos claros como el mío, los parques brillaban con el verdor de la primavera y lascalles estaban bien pavimentadas y sin pizca de lodo. 

—¡Es como el escenario de un musical! —exclamé—. Yo también quiero teneruna sombrilla como esas. 

—Hemos ido a parar a un buen día —repuso Jisung—. Y a un buen año. 

Mi compañero de viaje había dejado su sombrero de copa en el sótano, y, comoyo hubiera hecho lo mismo en su lugar, no malgasté ni una palabra en comentarlo. 

—¿Por qué no esperamos sencillamente a Dahyun en Temple, cuando venga aelapsar? —le pregunté. 

—Ya lo he intentado dos veces, pero no ha sido fácil convencer a los Vigilantesde mis buenas intenciones, a pesar de la contraseña y el anillo y todo el resto.Siempre es difícil prever las reacciones de los Vigilantes del pasado. En la duda,tienden a ponerse del lado de los viajeros del tiempo que conocen y deben proteger,en lugar del de un visitante del futuro al que apenas conocen o no conocen enabsoluto, tal como hicieron la noche pasada y esta mañana. Tal vez tengamos máséxito si la visitamos en su casa. En todo caso, tendremos más posibilidades desorprenderle. 

—Pero ¿no podría ser que estuviera vigilada día y noche por alguien que estéesperando a que aparezcamos? De hecho, ella cuenta con eso desde hace muchosaños, ¿no? 

—En los Anales de los Vigilantes no se habla para nada de una protecciónpersonal adicional. Solo del novicio de rigor que mantiene vigilada la casa de cadaviajero del tiempo. 

—El hombre de negro —exclamé—. En nuestra casa también hay uno. 

—Y por lo que se ve, no demasiado discreto —dijo Jisung, sonriendo. 

—No, en absoluto. Mi hermana pequeña dice que es un mago. —Aquello me hizopensar en que no le había preguntado a Jisung por su familia—. ¿Tú también tieneshermanos? 


—Un hermano pequeño —contestó—. Bueno, ya no es tan pequeño. Tienediecisiete años.—¿Y tú? 

—Diecinueve —repuso Jisung—. En fin, casi. 

—Si ya no vas a la escuela, ¿qué haces aparte de viajar por el pasado?  Y tocar el violín, Y toda esa clase de cosas. 

—Oficialmente estoy matriculado en la Universidad de Londres —dijo—, perocreo que este trimestre voy a tener que dejarlo. 

—¿En qué facultad? 

—Eres bastante curioso, ¿no? 

—Me limito a dar un poco de conversación —repuse (había sacado la frase deJames)—. Vamos, dime. ¿Qué estudias? 

—Medicina. 

Había sonado un poco cortado.Reprimí un «¡oh!» de sorpresa y volví a mirar por la ventana. Medicina...Interesante, sí, muy interesante. 

Rubí, el último viajero del tiempo (Jilix-Hanlix) Libro 1 de la trilogíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora