Epílogo

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De los Anales de los Vigilantes 

24 de junio de 1912

Día soleado, veintitrés grados a la sombra. 

Lady Tilney aparece puntualmente a las nuevepara elapsar.

La circulación en la City se ha complicado debido a una marchade protesta de un grupo de féminas enloquecidas que exigen elderecho de voto para las mujeres. Antes fundaremos coloniasen la Luna que ver algo así. 

Por lo demás, ningún otro suceso digno de reseñar. 

Informe: Frank Mine, Círculo Interior.


Hyde Park, Londres 

24 de junio de 1912 


—Estas sombrillas son realmente prácticas—comentó la joven mientras hacíagirar la suya —. No entiendo por qué han desaparecido. 

—Posiblemente porque aquí no para de llover, ¿no crees? —respondió él con unamedia sonrisa —. Pero yo también las encuentro muy monas. Y los vestidos deverano blanco con puntillas te sientan de maravilla. Poco a poco me voyacostumbrando a las faldas largas. Me encanta el momento que te vuelves parasacártelas. 

—Pues yo nunca me acostumbraré a no llevar pantalones —se lamentó ella —.No hay día que no eche de menos mis vaqueros. 

El sabía muy bien que no eran los vaqueros lo que tanto echaba de menos, pero secuidó de decirlo. Durante un rato permanecieron en silencio.Bañado por el sol del verano, el parque desprendía una maravillosa sensación depaz, y la ciudad que se extendía detrás parecía construida para la eternidad. El jovenpensó en que al cabo de dos años empezaría la Primera Guerra Mundial y loszepelines alemanes lanzarían sus bombas sobre Londres. Tal vez entonces tuvieranque retirarse un tiempo al campo. 

—Es idéntico a ti —dijo ella de pronto.El supo enseguida de quien hablaba. 

—¡No, es idéntico a ti, princesa! Lo único mío que tiene son los cabellos.

 —Y la forma de ladear la cabeza cuando está reflexionando sobre algo. 

—Es precioso, ¿no te parece? 

Ella asintió. 

—Es curioso. Hace dos meses era un recién nacido al que sosteníamos ennuestros brazos, y ahora ya tiene dieciséis años y me saca medio palmo. Y solo es dosaños más joven que yo. 

—Sí, es una locura. 

—Pero, en cierto modo, me siento increíblemente aliviada de que le vaya a bien.Solo lo de Nicolas... ¿Por qué tuvo que morir tan joven? 

—Leucemia. Nunca lo hubiera pensado. Pobre chico, que horror perder a su padretan pronto... —Carraspeo—. Espero que se mantenga alejada de ese muchacho. Mi...hummm... sobrino o lo que sea. No hay manera de aclararse con estas relaciones deparentesco. 

—No están difícil: tu bisabuelo y su tatarabuelo eran hermanos gemelos. De modo que tu tatarabuelo es el mismo tiempo su tatatarabuelo. —Al ver su cara deperplejidad, se echo a reír—. Tendré que dibujártelo. 

Rubí, el último viajero del tiempo (Jilix-Hanlix) Libro 1 de la trilogíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora