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Diana
—Entonces, ¿ya está? —dijo él, mirándome fijamente.
—Sí, ya no tienes que vender información —respondí, con un suspiro, y justo después, me abrazó.
—Entonces, ¿por qué no vamos a un bar a celebrarlo? —propuso con una sonrisa traviesa.
Negué con la cabeza.
-Estoy cansada. Ve tú con Greco y Volkov si quieres —le dije mientras me dejaba caer en la cama, tratando de ignorar la sensación de agotamiento.
Él me miró con cara de cachorrillo.
—No voy a ir hasta que no sea mañana. —Me dijo, antes de salir de la habitación.
Yo cerré los ojos, pensando que mañana sería un día mejor.
Al día siguiente
Son las 7 de la mañana cuando me despierto. Rápidamente, me levanto y me visto con unos vaqueros negros y una camiseta blanca.
Voy a la comisaría, y al llegar, veo a Greco, quien se acerca a mí con su típica sonrisa.
—¡Hola, Di! —saludó, como siempre.
—¿Qué tienes pensado hacer hoy? —me preguntó, mirando mi expresión pensativa.
—Pues no sé... —respondí, cuando en ese momento sonó mi radio.
—Diana, a mi despacho.
-10-4. —respondí, y le eché una última mirada a Greco.
—Pues ya sabes qué voy a hacer hoy -comentó, mientras se encogía de hombros. Fui directamente a su despacho y llamé a la puerta.
—¡Pasa! —me dijo desde dentro. Entré y me senté frente a él.
—Esta noche vienes a beber a un bar del norte, ¿verdad? —me preguntó, con un tono que no dejaba espacio a la negativa.
No sabía qué decir.
—Sí, claro. ¿A qué hora? —respondí finalmente.
Greco miró su móvil y luego me miró a los ojos.
-Según tu hermano, a las 9. Él nos recoge. Es para celebrar algo de Horacio, se
supone.
Hice memoria y recordé.
—Ah, sí, todos los años hacen una fiesta para celebrar cuando se conocieron Gustabo, Horacio y... bueno, yo, pero nunca he ido a una de esas fiestas —le expliqué.
Greco se levantó de la silla.
-Pues espero que no te importe venir conmigo —dijo, casi con una mirada de desafío.
Me reí y respondí:
—Claro que no me importa. ¿Algo más, Conway?
Él negó con la cabeza.
-Vamos a patrullar —dijo, con firmeza.
Asentí, y juntos salimos a la calle. Subimos al Z y nos dirigimos a la denuncia de un jaleo en el garaje central. Al llegar, vimos a varias personas discutiendo.
Conway se bajó del Z y se acercó al grupo.
—¿Qué pasa, nenas? —preguntó, con su tono arrogante de siempre.
—¿Qué dice el hijo de puta este? Que no sirvo pa' na' —respondió un hombre mayor, visiblemente enfadado.
-Cállate, viejo de mierda —dijo un chico con gorra, visiblemente desafiante.
—Deja a papá Pedro -intervino una C....a de piel oscura y pelo negro, tratando Conway la miró fijamente, algo confundido.
—¿Los huevos es tu padre? —preguntó, sin poder creer lo que escuchaba.
—Sí, lo es. Me adoptó ayer —respondió la chica, sonriendo con sarcasmo.
Nos miramos los tres, desconcertados.
—Perdona, pero... pregunta seria: ¿tienes algún problema psicológico? —le pregunté, desconcertada. Ella asintió sin dudarlo.
—El de la hostia que te voy a dar —amenazó la chica, mientras se acercaba un paso más hacia Conway.
Él no se quedó atrás y sacó la porra.
—Repite, si tienes cojones, niñata —dijo Conway, desafiante.
La chica no se echó atrás, dio dos pasos hacia él, desafiándole.
—¿Qué me vas a hacer, listo?
Rápidamente, saqué el taser y la taseé.
-Quedas arrestada por tocar los cojones —dije, con la voz firme. La chica cayó al suelo, y la arresté, metiéndola en el Z.
Nos dirigimos a la comisaría y la metimos en las celdas.
-Perdona, guapo —me llamó la chica desde dentro de su celda, sonriéndome.
—¿Qué coño quieres? —le respondí, con tono impaciente.
—Tengo sed. ¿Me darías agua, bombón? —dijo, guiñándome un ojo.
Miré a Conway, que me observaba extrañado.
—Deja al súper en paz, gilipollas —dijo él, con sarcasmo.
La chica soltó una risa burlona.
—¿Estás celosa? No sabía que Conway ya tenía una perrita —bromeó.
Conwav. furioso. sacó la porra v se acercó a la celda. Le dio un aoloe a la chica. v conway, ¡unoso, saco la porra y se acerco a la celda. Le dio un golpe a la crica, y me apresuré a intervenir.
-¡Para, Conway! -grité, antes de que pudiera hacerle más daño.
Conway se detuvo, molesto, pero salió del lugar dirigiéndose a su despacho. Yo me quedé observando a la chica.
—¿Qué pasa, te gustó? —me preguntó, riendo.
—No. Solo me pregunto por qué has montado todo este espectáculo. —respondí, cruzada de brazos.
Ella se acercó un poco más.
—Mira, eres guapa, un poco tonta, pero guapa. No te dejes engañar, el súper quiere a la gente solo para follar —me dijo, con una sonrisa pícara.
Me di la vuelta y salí de la celda rápidamente. Eso significaba que Conway, efectivamente, se lo había follado... pero no sabía si realmente le gustaba. Subí las escaleras y me dirigí al despacho de Jack.
C
Jack
Diana entró sin llamar.
-Hola. Oye, la chavala esta dice que has follado con ella —me dijo directamente, sin rodeos. Yo la miré, sorprendido.
—Sí, bueno... fue una tontería —respondí, algo incómodo.
Ella se sentó enfrente mío, con una mueca.
—Es muy fea —dijo, bajito.
No pude evitar reírme.
—Bueno, a las 10 copas no tanto. —dije en tono de broma.
Ella se rió y miró su móvil.
-¡Ostias, son las 7! Me voy a casa a vestirme, tengo que estar guapa para ti,
¿no? —dijo, dándome una mirada travi-sa antes de levantarse. -Siempre estás guapa —respondi sin pensar demasiado.
Ella se giró, sorprendida, antes de decir:
—Qué bonito, Conway... raro en ti. Bueno, adios, hasta luego. ¿Te espero luego en la puerta de la comisaría?
Asenti.
—Bueno, pues adiós.
Justo entonces, Volkov entró en el despacho.
—Hola, súper, quiero decirte que te vayas a casa. Yo me quedo, no voy a la fiesta tonta de Horacio — me dijo, levantándose de su asiento.
Me levanté también.
—Voy a casa a vestirme —respondí, mientras él me daba una palmadita en el hombro.
Me dirigí a la salida, pero antes pasé por las celdas. Vi a la chica de antes y decidí sacarla.
—Hola, guapo. ¿Qué quieres? ¿Echar uno? —me preguntó, con una sonrisa descarada.
La miré, confundido y asqueado.
—¿No te ha mandado a la mierda la niñata guapa? —le pregunté, mientras le solté las esposas.
—No, se las suda a quién me folle — me contestó, riendo.
Me dejó raro. ¿De verdad no le importaba? No entendía nada. Fui a casa después de soltarla, me cambié y me puse un traje.
Salí de casa con una sensación incómoda. ¿Le gusto o no?

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