26.

28 0 0
                                    

Horacio
—¡Buenos días, gente! -grité, viendo cómo todos me miraban enfadados.
—La próxima vez te juro que te estampo los cojones —me dijo Conway, enfadado, mientras salía del cuarto de Diana.
—Madre mía, Conway, ni que esta fuese tu casa -comenté, viendo a Gustabo salir en calzones de su cuarto.
—Vístete, anormal —le dije, mientras se colocaba la corbata mirándome.
—¡Dejad de discutir! —nos dijo Diana desde su cuarto.
—¡Que sí, Diana, que sí! -respondimos al unísono.
Fuimos a la cocina y Diana preparó tortitas y café. Estábamos hablando cuando alguien llamó a la puerta.
—¿Hola, qué hacéis? —preguntó Greco desde el otro lado.
Diana fue a abrir.
—¡Buenos días, Greco! —dijo ella, dejándolo pasar.
-Joder, os habéis reunido todos aquí, ¿eh? —comentó Greco al vernos a todos en la cocina. Se fue a sentar al lado de Diana.
—Oye, Di, ¿vendrías esta noche conmigo al cine? —preguntó Conway, algo molesto.
—¡Sí, claro! —respondió ella con una sonrisa, mientras él la miraba enfadado.
—Bueno, nenas, a trabajar, Diana, en tu moto —dijo Conway, dirigiéndose hacia la puerta.
Diana cogió las llaves y salió de casa con él.
Torrente
Me fui al despacho de Conway a esperarlo. Tenía cosas nuevas sobre el caso.
EF
Emma Fuentes sanchez
000.
Jack Jack
Salimos de la casa y ella cogió mi mano.
Montamos en la moto y salimos del garaje. Yo la abrazaba por las caderas mientras ella conducía. Llegamos a la comisaría, y fuimos hasta el despacho de la mano. Al entrar, vimos a Torrente que nos miró mal. Rápidamente, separamos las manos. Yo me senté en mi escritorio.
—¿Qué pasa, Torrente? —le pregunté.
—Hemos encontrado dónde están preparando el próximo asesinato. Será en el norte de la ciudad, en un sitio abandonado —me contestó, mientras yo empezaba a teclear en la computadora.
—No podemos ir aún, tenemos que esperar —dijo él, claramente molesto.
—Te tengo que salir, ¿eh? Ahora vuelvo —agregué.
EF
Emma Fuentes sanchez
000.
Diana
Salí corriendo del despacho, con el móvil en la mano. Había recibido un mensaje de Gustabo que decía: "Hola, Diana, sal de donde estés". Al abrir el siguiente mensaje, me quedé paralizada. Decía: "Si quieres que Gustabo viva, tenéis que venir aquí, Conway, Volkov y tú".
Entré en el despacho, desesperada.
—¡Tienen a Gustabo! —les dije.
Conway levantó la cabeza rápidamente y me miró a los ojos con compasión.
—¿Cómo lo sabes? —me preguntó, con un tono preocupado.
—Quieren que vayamos los tres a una ubicación. He llamado a Horacio y no contesta -respondi.
Nos levantamos y nos dirigimos a los Z. Volkov iba en moto, yo iba con Conway en el coche.
—Si alguien tiene que morir, tengo que cer yo —le dije a Conway, con la voz

quebrada. —No te voy a dejar morir —me contestó, mientras me miraba fijamente.
De mis ojos salieron unas lágrimas. Conway paró el coche y me secó las lágrimas.
—Te quiero —le susurré.
Él me cogió el mentón y levantó mi cabeza.
—Vamos a salvar a tu hermano —me dijo, con determinación.
Encendió el motor, y al llegar a la ubicación, salimos del Z con las pistolas en mano, apuntando. Volkov se separó de nosotros. De repente, escuchamos un grito por radio.
—¿Volkov? -preguntamos, alertados.
Poco después, sentí un golpe en la cabeza y todo se desvaneció.
EF
Emma Fuentes sanchez
000.
Jack
Me desperté aturdido, con los brazos encadenados a la pared. Miré a mi alrededor y vi a Gustabo, Horacio y Volkov en la misma situación. Estábamos todos encadenados, incluidas las piernas. De repente, la luz se encendió, y vimos a Diana en una silla, también encadenada, acompañada de una mujer que parecía estar manipulando una máquina.
—Buenos días, chicos —dijo la mujer, sonriendo malévolamente.
Comenzó a ponerle unos aparatos en la cabeza de Diana.
-Preciosa, tú decides: ¿te lo hago a ti o a Conway? —preguntó la mujer, mientras
Diana bajaba la cabeza.
—Dale —respondió Diana con voz débil, y la mujer empezó a electrocutarla.
—¡Déjala en paz! —gritó Gustabo entre lágrimas.
Mis ojos se humedecieron poco a poco, soltando lágrimas de desesperación.
—¡Déjala, cabrona! —gritó ahora Horacio.
La mujer se acercó a nosotros y trató ooner un trozo de cinta negra en mi boca, pero antes de que pudiera hact. , Diana le dio con la silla en la cabeza. Diana hurgó en los bolsillos de la mujer y sacó una llave. Me quitó las cadenas, y pude moverme. Ella casi se cae por el esfuerzo de liberarnos, pero me apresuré a desencadenar a los demás. Gustabo fue hacia Diana y la cogió por un brazo.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Ella no respondió, pero murmuró muy débilmente:
-Sí.
La tomé en brazos, con cuidado.
—Vamos, Volkov, coge la pistola de la chica y ve por delante —le ordené.
Salimos del edificio, y Volkov abatió a dos de los enemigos. Quedaba uno.
-Volkov, dispara en tres segundos a la esquina derecha —le ordené.
Contó en voz alta y disparó, dándole al objetivo.
Salimos de allí y nos dirigimos hacia donde habíamos dejado los Z. Miré a Diana.
—Si me muero, cuida a Gustabo —le dije, con la voz quebrada.
Después de eso, Diana se desmayó. Lágrimas comenzaron a caer de mis ojos.
Volkov también estaba llorando, y Gustabo igualmente.
Conduje hasta el hospital, donde se la llevaron para chequearla. Esperaba que todo estuviera bien.
He ajustado el estilo para que se lea más fluido y he agregado algunos detalles para enriquecer la narración.

✨✨✨No lies ✨✨✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora