Konoha fue el comienzo de su vida tormentosa, realmente convertirse en un Ninja nunca estuvo en sus planes.
Su corazón fue manchado por la corrupción de un pueblo y su poca tranquilidad fue arretabada como un simple papel.
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Los cuatro genin lo miraron confundidos, era un sueño raro. Después de todo él tenía esa libertad. En cuanto a los sensei lo vieron con una mirada triste y de lastima.
—Mañana venga al campo número 7. —Kakashi dijo mientras tosía falsamente para que sus alumnos retomaran su atención sobre él. —No desayunen o podrán vomitar, por cierto... Vengan a las 5 de la mañana. — Sin esperar más se fue en un Shunshin.
—Nos vemos mañana... — Se despidió de sus alumnos, donde estaban sus hijos.
—Chicos, ¿Les gustaría ir a comer a Ichiraku's ramen? —; el peli-rojo dijo mirando a sus compañeros.
—Yo me voy. — Sasuke dijo serio como siempre.
—Sasuke-kun, ¡Espérame! —; Sakura fue detrás de su enamorado.
—Entonces... — Dijo mientras lentamente miraba como sus otros dos compañeros se iban, solo quedaban su hermano, Naruto y ella. —¿Quieres ir, Naruto? —; miro a los lados cuando no hayo al rubio sentado donde debería estar. —¿He? Se fue. — Murmuro mientras un aura deprimida se ubicada encima de su cabeza.
(...)
Sus ojos opacos recorrieron el campo que utilizarían mañana, había aprendido en raíz que debía de evaluar el terreno cuando hubiera oportunidad y así poder tener una ventaja.
—“Shuriken...” —, esquivo ágilmente los proyectiles que iban en su dirección. Un pequeño rastro de donde había pasado fue lo único que dejo ver.
Seguidamente salto hacia atrás varias veces cuando otras armas fueron enviadas en su dirección, como deseaba ir al ataque para poder defenderse, pero no podía. A menos que quisiera un castigo, pero entonces apenas saldría caminando luego de ello.
—Movimientos agiles, ¿He, Naruto? Parece que obtuviste un entrenamiento formidable. — Kakashi apareció leyendo su libro.
—Lo que digas. — Dijo entre dientes, retomo su caminata fuera de ese campo, no quería hablar con el que llego a considerar familia y nunca lo busco.
Suspiro mientras relajaba su postura, de nada le servía enojarse el solo. Después de todo nadie sabía lo que había tenido que pasar.
—¿A dónde vas? —, pregunto caminando a la par del menor.
Espero una respuesta, pero no llego nada. Bajo su libro y miro con el ceño fruncido al rubio, sus ojos permanecieron sin emitir nada y parecía que no le había escuchado, pero sabía que si lo había hecho. Él siempre había sido así, aun antes de que se lo llevaran.
