CAPITULO 10

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Naru sabía que no podía haber pedido un acompañante mejor. A pesar de su sofistica­ción, o tal vez por el, había algo anticuado en la cortesía con que lo trataba. Todo iba encaminado al placer de el, a su comodi­dad, y como buen doncel del Sur, no le cos­taba aceptarlo así. Sasuke Uchiha lo corte­jaba, así que era normal que quisiera asegurarse de complacerlo.

Su atención estaba fija en el. No miraba a otros donceles, aunque estas sí lo miraban a él. Le apartaba la silla siempre que se levan­taba o sentaba, le servía vino y estaba pen­diente de todos los detalles. Cuando anda­ban, apoyaba la mano en la parte baja de su espalda con un gesto mitad posesivo mitad de protección.

Consiguió que se sintiera cómodo casi en­seguida. Era natural que estuviera nervioso; después de todo, no había tenido una cita en doce años, y había una gran diferencia entre los dieciocho años y los treinta. En aquel entonces, una cita consistía en ir al cine y tomar una hamburguesa, o encontrarse con unos amigos en la pista de patinaje. No sa­bía bien lo que se hacía en una cita con un hombre habituado a las diversiones más cosmopolitas.

Lo llevó a un restaurante muy agradable de Huntsville, y pareció sentirse completa­mente cómodo con lo que los rodeaba, sin mencionar en ningún momento que estu­viera habituado a sitios mejores ni intentar hacer alarde de ello.

Chasqueó los dedos delante de la cara de el

-Llevas cinco minutos observándome y sonriendo -dijo-. Normalmente me sentiría halagado, pero empiezo a ponerme ner­vioso.

el doncel tomó su tenedor.

-No deberías. Estaba pensando que pare­ces estar muy cómodo aquí, aunque segura­mente estás habituado a otros sitios.

El hombre se encogió de hombros.

-Me gusta este sitio -dijo-. Y no me re­fiero solo al restaurante, sino en general. Aunque confieso que no estaba preparado para el calor. No sé por qué, cuarenta grados en Nueva York parecen distintos a cuarenta grados aquí.

Naru enarcó las cejas.

-Cuarenta grados no es mucho calor.

El hombre soltó una risita.

-Esa es una de las diferencias. Para uno de Nueva York, cuarenta grados sí es mucho calor. Para ti es un buen día.

-No exactamente. Aquí también es calor, pero no tanto como cuarenta y cinco.

-Lo que yo he dicho. Una diferencia de actitud -tomó un sorbo de vino-. Me gusta Nueva York tal y como es. Y también me gusta esto. En Nueva York hay un ambiente de energía y rapidez. La ópera, el ballet, los museos... Aquí hay aire limpio, poca gente, ningún atasco. Nadie parece tener prisa. La gente sonríe a los desconocidos -lo miró a los ojos.

-¿Te has casado alguna vez?

Sasuke tomó otro sorbo de vino.

-No -repuso-. En la universidad estuve prometido, pero los dos nos dimos cuenta a tiempo de que sería un error casamos.

-¿Cuántos años tienes?

-Treinta y seis. Y para adelantarme a otras preguntas, sexualmente solo me inte­resan las mujeres y donceles. Nunca he tomado droga y no tengo enfermedades contagiosas. Mis pa­dres han muerto, pero tengo una hermana, Hinata, que vive en Montana con su ma­rido y sus dos hijos. Hay algunos primos le­janos, pero no estamos en contacto.

Naru lo miraba con calma. Se mostraba relajado, lo que indicaba que no consideraba reveladores esos detalles de su vida. Eran simples hechos. Pero el lo escuchaba aten­tamente, porque ese tipo de minucias for­man el esqueleto de la vida de alguien.

Amando a un doncelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora