CAPITULO 12

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Sasuke salió lentamente a la superficie donde la profundidad del placer puramente físico, luchando por pensar con claridad. La fuerza de lo que acababa de experimentar lo había dejado débil, con la sensación de estar fuera de su cuerpo, desconectado de sí... Era muy consciente de su cuerpo como no lo ha­bía sido nunca. Sentía el calor de, su sangre fluyendo por sus venas y los latidos de su corazón.

De pronto desapareció la confusión y se impuso la realidad. Se quedó rígido, aver­gonzado de sí mismo. Había perdido el con­trol, algo que no le había ocurrido nunca. Nunca había sido tan imperativo que se mostrara gentil y en lugar de ello lo había tomado como un animal, pensando solo en su placer, en la conquista y posesión de su cuerpo sedoso.

El kitsune yacía bajo él, en una especie de inmovilidad desesperada, como si quisiera evitar atraer su atención. Su corazón se con­trajo de dolor. Dejó a un lado el tema de su virginidad y se concentró en la tarea de de­volverle la confianza. Si lo dejaba marchar ahora, no podría volver a acercarse a el nunca más. Seguramente estaba muerto de miedo. Y con razón.

Le había mostrado pasión pero sin placer. Solo había conocido dolor; y si no conse­guía equilibrarlo con placer, lo perdería. Una sensación de pánico lo embargó. Una parte de su cerebro permanecía clara. Sabía cómo llevar a un doncel al orgasmo en una variedad de formas: deprisa o despacio, con la boca, las manos o el cuerpo. Podía satis­facerlo gentilmente con la boca, y quizá se­ría lo mejor, pero su instinto lo rechazaba. Tenía que darse prisa, antes de que el se recuperara lo suficiente para combatirlo, y tenía que hacerlo del mismo modo en que le había causado el dolor. Quería que encon­trara placer en su cuerpo para que no odiara la penetración.

Su miembro viril seguía duro, y empezó a moverse despacio. el joven se tensó y le empujó el pecho, como para apartarlo.

-No -dijo él con voz ronca-. No voy a parar. Sé que ahora te hago daño, pero antes de retirarme conseguiré que te guste te­nerme dentro.

Lo miró confuso. Pero no dijo nada, y él lo abrazó y ajustó sus posiciones para que pudiera tener la mayor sensación posible. Sentía los muslos de el temblar junto a sus caderas.

Respiró hondo.

-Puedo darte placer -le prometió con gentileza, cubriéndole los labios de besos-. ¿Confías en mí, naruto? ¿Por favor?

El seguía sin decir nada, no había dicho ni una palabra desde que pronunciara su nombre al principio. Sasuke vaciló un ins­tante; luego el se abrazó a su cuello y el hombre sintió alivio ante aquella muestra de confianza.

Naru cerró de nuevo los ojos, preparán­dose para volver a soportar el uso doloroso de su cuerpo. En ese momento no podía ha­cer otra cosa; no podía pensar ni actuar, solo soportar. Quería hacerse una bola y llorar de dolor y decepción, pero no podía. Estaba inde­fenso, con el cuerpo invadido; dependía de la misericordia de él, que parecía no tener ninguna.

Al principio solo hubo más dolor. Pero luego, de pronto, el movimiento de las caderas de él le hizo arquearse con algo que no era dolor, aunque sí igual de agudo. No hubo preparación previa, solo aquella sensa­ción que le hizo gritar. Sasuke volvió a repe­tirlo y el descubrió, con un gemido, que tenía aún menos control sobre su cuerpo del que pensaba.

Oleadas de calor lo inundaban hasta que tuvo la impresión de que todo su cuerpo bri­llaba. Se abrazó a los hombros de él y le clavó las uñas en la espalda. Sasuke le le­vantaba las nalgas, moviéndola, acunándola hacia delante y atrás, y cada pequeño movi­miento le causaba explosiones de placer. Te­nía la sensación de ir viajando por una mon­taña rusa interior hacia un punto que no podía ver, pero que deseaba alcanzar. sasuke lo empujaba más y más a cada movimiento, hasta que el jadeaba desesperado y sollo­zaba contra él. Y entonces llegó al otro lado y gritó con fuerza.

Amando a un doncelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora