CAPITULO 11

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Aquella noche Naru durmió profunda­mente diez horas, desde las nueve hasta las siete de la mañana siguiente. Se despertó sintiéndose mucho mejor, aunque algo con­fuso por dormir tanto. Entró en la cocina, puso la cafetera y fue al baño mientras se hacía el café.

Quince minutos después, tomaba café en una silla en el porche. Cerró los ojos y dejó que el sol de la mañana le bañara el rostro. Los pájaros cantaban como locos y la tem­peratura era agradable, de unos veinticinco grados tal vez.

Oyó un coche en el camino y poco des­pués Sasuke aparcaba ante la casa. No lo veía desde allí, pero no tenía dudas sobre la identidad del visitante. El corazón le latía con más fuerza y un calor sutil, que no tenía nada que ver con el sol ni el café, había em­pezado a extenderse por su cuerpo.

¿Cuántas mujeres y donceles lo habían amado? In­tuía que no era el primero. ¡Pobres criaturas! Al igual que el, no habían podido resistir su encanto. Sabía con la misma certeza que ninguna había sido correspondido.

Oyó que llamaban a la puerta.

-¿Sasuke? -gritó-. Estoy en el porche de atrás.

El hombre apareció poco después por de­trás de la casa y se detuvo al verlo.

-¿Qué he hecho ahora? -preguntó el, sorprendido.

La expresión de él se relajó; se sentó en una silla a su lado.

-Confundes el tema. La mirada era de lu­juria, no de enfado.

-¡Ah! -usó la taza para ocultar el rostro mientras tomaba otro sorbo-. Eso debería indicarte algo.

-¿En serio?

-Sí, que veo enfado en ti más veces que lujuria -el corazón le latía con fuerza. ¡Es­taba coqueteando con él! Era la primera vez que hacía eso con un hombre.

-De nuevo te confundes -repuso él.

-¿En qué sentido?

-La lujuria está siempre presente, naruto.

el joven no supo qué decir. Se puso en pie.

-¿Quieres café?

-Ya voy a buscarlo yo -lo detuvo ponién­dole una mano en el hombro-. Pareces estar a gusto aquí. Dime solo dónde están las ta­zas.

-En el armario de encima de la cafetera. Solo tengo leche desnatada.

-No importa, lo tomo solo, igual que tú. ¿Quieres que llene tu taza?

Naru se la tendió y él desapareció en la casa.

Cuando Sasuke abrió el armario, notó que le temblaba un poco la mano. La fuerza de su reacción con el lo divertía y asombraba al mismo tiempo, aunque ya empezaba a acostumbrarse a estar siempre medio exci­tado en su compañía. Pero al verlo esa ma­ñana... Bueno, quería verlo con el pelo suelto y ya lo había conseguido.

Aunque no esperaba la potencia de su reacción ante la masa dorada que le caía por la espalda con el sol arrancándole brillos. El pelo se rizaba en los bordes y un rizo caía con toda naturalidad sobre el pezón. Le bastó una mirada para saber que no llevaba nada debajo de la camisola de tirantes color melocotón con frunces en la parte de­lantera; el seguramente pensaba que con ellos disimulaba sus pezones.

Quería tomarlo en brazos y llevarlo al dormitorio, desnudarlo y saciarse con su carne dorada. Pero recordó con disgusto que Gaara había crecido en aquella casa y no po­día poseerlo allí, donde abundaban los re­cuerdos de él.

-¿Sasuke? -llamó el con Ceño interro­gante ante su retraso.

-Estoy leyendo tus tazas de café -gritó él. Le oyó soltar una risita.

Amando a un doncelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora