CAPITULO 16

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Dan y Tsunade Senju tenían sesenta y cinco años, estaban jubilados y tenían ahorros, pero no eran ricos. La casa de Naru era justo lo que querían: bien construida y conservada, pero lo bastante vieja y pequeña para que el precio fuera muy inferior al de una casa al lado del lago. Los dos estaban encantados con su suerte, porque hacía tiempo que habían perdido la esperanza de comprarla.

Llegaron al puerto con media hora de adelanto, acompañados de un gestor y con muchos papeles. A Naru, que nunca había comprado ni vendido una casa, lo sorprendió la cantidad de papeleo que conllevaba y más aún que el gestor hubiera conseguido prepararlo todo en menos de un día.

No había sillas para todos, así que se agruparon en torno al mostrador. El gestor les explicaba qué era cada documento antes de presentárselo a la firma. Cuando terminaron, Naru había vendido su casa y tenía un cheque en la mano.

Consiguió despedirse de los Senju con una sonrisa, pero en cuanto se cerró la puerta tras ellos, se estremeció y cedió al llanto.

Un rato después se secó los ojos y enderezó los hombros. Llamó a Kisame y le dijo que iba a ir al banco y volvería en media hora.

-Vale -repuso el mecánico, tan lacónico como siempre.

En el banco no tardó mucho. Ingresó el cheque en su cuenta y pidió uno de ventanilla por la cantidad de su deuda. Nagato Uzumaki lo vio ante la caja y salió a hablar con el.

-¿Cómo estás? -preguntó con ansiedad.

Naru consiguió sonreírle.

-Bien. Tengo el dinero para pagar el préstamo.

El hombre respiró aliviado.

-Estupendo. No te ha llevado mucho. ¿Te ha dado otro banco la hipoteca?

-No. He vendido mi casa.

El alivio desapareció y lo miró atónito.

-¿La casa? Pero Naru... Dios mío... ¿Por qué?

el Joven no quería decirle delante del cajero y los demás clientes que sospechaba que alguien estaba bloqueando sus préstamos.

-Llevaba tiempo pensándolo -mintió-. Ahora que mi cuenta corriente está saneada, el puerto no tiene deudas y dará beneficios, puedo tomarme tiempo para buscar otra. Nagato no parecía muy convencido.

-Supongo que lo has pensado bien -dijo.

el joven siguió sonriendo con esfuerzo.

-Sí, creo que sí.

El cajero le tendió el cheque de ventanilla y el lo introdujo en el sobre.

-Voy a echarlo hoy al correo -le dijo a Nagato-. Gracias por todo.

-No pude hacer nada -repuso él.

-Pero lo intentaste.

Al salir del banco, fue directamente a la oficina de correos, donde echó el sobre al buzón con una sensación de finalidad. Ya estaba hecho. No había sido fácil, pero podía seguir adelante.

Cuando volvió al puerto, Sasuke estaba en la tienda.

-¿Dónde te has metido? -preguntó, acercándose a el en cuanto salió del coche.

Naru parpadeó al oír la fiereza de su voz.

-He ido al banco y a Correos. ¿Por qué?

El hombre no contestó, pero lo abrazó con fuerza. el joven se apoyó en él, atraído por la firmeza de su cuerpo. Aunque un remolino alteraba el resto de su vida, él permanecía firme. Y aunque temía depender de él y se resistía a ello, su mera presencia bastaba para confortarlo.

Amando a un doncelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora