FIESTA II

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Con cara de aburrición Naraku se encontraba a un lado de su padre saludando a los amigos y socios de la familia así como a las familias más importantes de la región, Naraku lo único que quería era dejar de ver el desfile de prospectos que su padre había traído a su casa para él y sus hermanas, se le hacia un idea anticuada tener que pasar por aquella humillación, él quería ser libre de elegir a la mujer que compartiría su vida y ya la había encontrado por lo que ansiaba el momento en que su padre se olvidara de las formalidades para ir a buscarla. Tan concentrado estaba en la forma en la que huiría de ahí que no se percató cuando su padre saludaba a la familia Taisho, recuperando su compostura saludo a los señores Taisho para después tener que volver a verle la cara a Inuyasha y Kikyo, no es que no le hubiera importado pero su romance con Kikyo había sido algo muy rápido y conforme conocía a Kagome dejo se sentirse atraído por Kikyo, la quiso mucho pero Kagome había sido un parteaguas cuando de sus sentimientos se trataba, sin mucho ánimo saludo a la pareja y tuvo que mantenerse calmado cuando noto que Inuyasha lo saludaba de manera altanera, hoy no haría ninguna escena.

Respiro profundo, pues el dolor de cabeza comenzaba a ser más molesto que tener que dar la bienvenida a todos cuando escucho su voz, era Kagome de eso estaba seguro, pero que hacia ella ahí con los Taisho... la respuesta llego dándole un fuerte golpe a su ego.

-Totosai, déjeme presentarte al mayor de mis hijos Sesshomaru y a su hermosa acompañante Kagome Higurashi, aunque seguramente tú la has de ubicar perfectamente puesto que casi todos por aquí hemos acabado al menos en alguna ocasión en su criadero-

-Sesshomaru es un gusto poder conocerte finalmente, anteriormente había buscado una reunión contigo para hablarte sobre unos negocios, pero me temo que llegue en un momento muy ocupado y mis tiempos no se acomodaban a los tuyos. Espero que ahora que estas por aquí me permitas una charla-

-Claro señor Temo vere que nos podamos reunir un día de estos-

-Señorita Higurashi sea usted bienvenida a nuestra casa, veo que los rumores de su belleza se quedan cortos con la realidad. Por cierto, lamento mucho lo ocurrido en su criadero-

-Muchas gracias Sr Temo, es usted muy amable-

-Bien quisiera presentarles a la joya de esta familia, mi querida hija Kagura quien hoy está de manteles largos, la más pequeña de mis hijas la señorita Kanna y por supuesto mi hijo mayor Naraku-

Al girar la vista dos jovencitas de piel aperlada hicieron aparición presentándose ante los recién llegados, Sesshomaru en cuanto las vio pudo entender parte del propósito de aquella fiesta, las chicas no eran feas, sin duda eran dos jóvenes muy bellas a la vista de cualquiera pero la realidad es que ni Kanna un Kagura se veían igual de bella que Kagome, como lo dictan las buenas costumbres saludo a ambas chicas y tomo de la mano a Kagome disculpándose con los demás para abandonar aquella fastidiosa presentación. Para Kagome fue un momento sumamente tenso pues sabía que si Kagura y Kanna la saludaban no era más que para quedar bien delante de los Taisho, aun así, jamás bajo la mirada ante ellas y aún más fue su alegría en el momento en que Sesshomaru la tomaba de la mano para salir de aquel lugar. Naraku simplemente no tuvo oportunidad de saludar a Kagome como a el le hubiera gustado puesto que Sesshomaru se la llevo inmediatamente y la alejo lo más que pudo. Parecía una cruel broma del destino, las dos únicas mujeres por las que había llegado a sentir algo ahora estaban en las manos de los Taisho... no pudo sentir más que un profundo rencor hacia aquella familia, por elección había dejado ir a Kikyo pues estaba seguro que en Kagome había encontrado la que buscaba así que no dejaría que se lo arrebataran.

Por otra parte, Totosai simplemente no podía creer lo que veía, aparentemente lo que su hijo había mencionado sobre Sesshomaru y Kagome se había quedado corto pues por la manera en que se veían en uno al otro era más que evidente que aquellos dos terminarían juntos y era algo que no permitiría, Kagome tenía que ser suya y de nadie más, además quien se creía que era ese Sesshomaru para pavonearse junto a ese monumento de mujer. Sus hijas tendrían que ser muy inteligentes si es que alguna de ellas se hubiera interesado por Sesshomaru pues era evidente que él estaba más que flechado por aquella mujer que aparecía en sus sueños.

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