𝙲𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟽: 𝐓𝐨𝐫𝐦𝐞𝐧𝐭𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚

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El miedo consume mi alma, mis lágrimas me ahogan y mi desesperación es alimento para demonios. 

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No sabía cuánto tiempo lleva sin escuchar al profesor de matemáticas, pero sabía que es suficiente para perder el hilo de la clase y no saber nada del tema. Hasta que el timbre del descanso, alertó y emocionó a los alumnos que salieron en manadas con sus amigos, todos esos chicos habían abandonado sin mirar atrás el salón. Eso dejó aliviado al joven de ojos claros, salió del aula. No había visto a Erilk en toda la clase, no desde, aquel incidente causado por Misaki y Gaiden. Akemi estaba tan ocupado pensando en su acosador que ni siquiera pensó en Erilk. Tal vez tienen clases diferentes. 

Eso lo alegró. Erilk será como cualquier otro alumno que no se junta con bichos raros. Eso partió su corazón, pero es la verdad y es muy aceptable. Se dejó caer en el escalón de las escaleras, aburrido de sus pensamientos depresivos. Se dejó consumir por sus nuevos pensamientos, tan cansado que podría pedir a gritos que alguien fuera su héroe, tal vez así pueda acabar con su agónico sufrimiento interno. Ya no quería seguir viviendo en ese estado de negatividad, pero no podía cambiar nada. Salió de su trance cuando el cielo se oscureció sabía que se acerca una tormenta y eso no le gusta para nada. 

Las gotas de lluvia caían contra la venta del cristal mientras los ojos celestes muestran tristeza, odia las tormentas, no odio, sino miedo, sabía que eran su punto débil temer a las tormentas y no tener a nadie con quien pasar sus días escondido entre los brazos de quien fuera su acompañante, tenía miedo, sus piernas temblaron cuando el sonido de trueno retumbó en el cielo grisáceo. Sus ojos se llenaron de terror y no sabía en qué momento dejo caer sus lágrimas y con los pensamientos negativos azotando su mente cerro fuertemente sus ojos. Cubre con las palmas de sus manos sus oídos tratando de no escuchar más los truenos. 

Recordó aquel día, lluvioso, con el cielo y nubes grises

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Recordó aquel día, lluvioso, con el cielo y nubes grises. El potente olor a humo, pero todo eso se quedó corto al calor del fuego que había en ese momento. Las brillantes llamas que consumieron todo. Se tambaleó entre la escalera, quería olvidar. Quería llorar más fuerte, pero se sentía muy débil para poder gritar y sacar toda esa angustia de su ser. Mientras se desliza por la pared se queda en la esquina de un escalón esperando a que toda aquella pesadilla acabe. Pero nunca pensó que, en sus momentos de vulnerabilidad, alguien le extendería la mano. Para salvarlo de su infierno. 

El ángel de los ojos vacíos (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora