El hambre fue una maldición que te destruye por dentro y no se puede saciar con bondad.
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Los ojos del pequeño solo se dirigieron a aquel callejón donde dormía, sentía el hambre corromper su estómago, sin embargo no tenía comida y solo se limitó a ver a su compañero, un niño dos años mayor que él. Solo se quedaron en silencio, hasta que el mayor rompió el silencio.
—Llevas días siguiéndome, te doy mi comida y protección, pero aun así no, no logras robar algo —comentó con fastidio el niño mayor. —¿acaso no te enseñe bien?
—Si lo hiciste, pero ellos son más grandes y dan miedo... —susurro lo último con una expresión triste y tímida.
—Esto me pasa por ser considerado —se dijo así mismo mientras se frota las palmas de sus manos en sus ojos.
—¡¿Me vas a abandonar?! —grito el pequeño niño con horror levantándose del suelo.
—¡No soy un monstruo! —grito ofendido el niño rubio. —claro que no, nunca lo haría —contesto con una mueca.
—Me alegro —dijo aliviado el menor. —¿cuál es tu nombre? —pregunto el pequeño.
—Llevas bajo mi cuidado hace unos días y ¿no te aprendiste mi nombre? —pregunto ofendido el niño rubio.
—No —comentó con vergüenza.
—Jeremy —extendió la mano. —solo Jeremy y ¿tú? —dijo el rubio con una sonrisa amable.
—Erilk —guardo silencio dudoso pero después sonrió. —Erilk Osiris.
Los dedos fríos sostienen el cigarro, su mirada quedó fija en un punto del pasillo. Sus labios se curvaron en una mueca de disgusto, aquella escena no le gusto para nada. Arrojó el cigarro al suelo con enfado, respiro profundo desviando la mirada chasqueando la lengua mientras mete sus manos en los bolsillos de su pantalón, listo para tomar acción. Se acercó con la cabeza en alto sabiendo que nadie le retaría, oh claro, eso pensó hace unos cinco segundos cuando dicha escena logró captar su atención. Tan repulsivo que incluso su estómago gruño, se acercó tan rápido pero disimulando. Su mirada rojiza se fijó en aquel chico bajito de cabello castaño hablando con su adorable copito. Como si fueran amigos de toda la vida, más irritante no puede ser. Su brazo rodeó los hombros del menor de forma posesiva.
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El ángel de los ojos vacíos (en proceso)
De TodoEl dulce deseó de percibir su desesperación y saborear la sangre entre su lengua, la coagulación sobre sus dedos le hacen temblar como un animal hambriento. Aquel horror en su mirada lo seduce, tentando entre perversión y deseos carnales que nunca p...