𝙲𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟷𝟺: 𝐂𝐨𝐧𝐟𝐢́𝐚𝐧𝐳𝐚

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Sentir mariposas en el estómago es dejar que un parásito devore tus órganos.

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Los susurros entre ambos son normales. Cuando se estableció aquello como muestras de su enfermizo amor, la tortura y agonía de los niños parecía infinita. Un infierno vivido en carne propia.

El odio es creciente como llamaradas feroces y sus tiernos ojos se volvieron de un color turbio. Ni una alma sufriría y soportaría tanta brutalidad sádica pero él simplemente es un pequeño en contra de una bestia despiadada. Todos sus gritos fueron callados con golpes, pero también por mimos y amor para cambiar en más golpes e insultos, regresando en un circulo vicioso de dolor y llanto.

—Los amo y por eso duele, así es el amor —susurro de forma cariñosa y con una sonrisa extraña, observo a los dos niños que lloran de forma desesperada. —duele porque así es el amor.

El azabache escala la pared con una sonrisa tan amplia y escalofriante, está tan emocionado que puede sentir la tibia piel del albino

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El azabache escala la pared con una sonrisa tan amplia y escalofriante, está tan emocionado que puede sentir la tibia piel del albino. Mientras Akemi duerme en su cama, ageno a su entorno, sin percatarse que Erilk abrió la ventana con facilidad. Una sonrisa psicópata se formó en su cara, observó a Akemi tan tranquilo.
¿Cómo es posible que tal hermosura tendría que pasarla tan mal?

Erilk se quedó apreciando silenciosamente la belleza de Akemi. Esa sonrisa horrible se agrandó, cualquiera que observará podría jurar que se hace daño sonriendo de esa forma. Un maníaco con cara de santo.
El insaciable deseo de Erilk incremento, acarició el cabello sedoso y movió suavemente el hombro de Akemi.

—¡Ah! ¿Qué sucede...? —murmullo el albino medio dormido, analizó su entorno y cuando se dio cuenta de una sombra borrosa.

Erilk apenas abrió la boca y recibió una fuerte patada de Akemi. El jovencito se alarmo, entre ansiedad y pánico comenzó a golpear al azabache con la almohada.

—¡¿Qui...Quién eres?! ¡¿Qué haces en mi casa?! ¡¿Por qué me estabas tocando?! —grito Akemi sin detener su ataque con la almohada.

—¡Akemi, espera soy yo! —exclamó Erilk esquivando los golpes incesantes.

El ángel de los ojos vacíos (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora