Tu agonía es un deleite y tu mente un tormento.
╔═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════╗
Despierta en su cama, analiza el blanco techo y el sonido tic tac del reloj existe para ambientar la soledad de su casa, aunque a veces era demasiado silenciosa que incluso la caída de una aguja se escucharía por toda la casa. Es de esperarse, vive muy tranquilo y su familia había sido testigo de lo que podía ser capaz cuando está molesto. Manchar sus manos de sangre fue mucho más sencillo de lo que podía recordar y los gritos de su familia pidiendo piedad fueron el detonante para que perdiera todo rastro de posible moral. Su inocencia murió cuando descubrió que el sufrimiento ajeno es más divertido, nunca imagino que los seres vivos siempre fueran tan desechables.
Este sombrío ser, es Erilk, un chico que le encanta jugar con sus víctimas de las peores torturas físicas y psicológicas, en algunas se tomaba el tiempo de hacerlos gritar hasta que su garganta no pudiera más y que sus gritos se ahogaran en sangre, otros tenían la suerte de que jugara psicológicamente matando lentamente con su frágil y débil mente. Siempre escogía a personas que fueran frágiles en físico, mente o espíritu para hacer que lo adoren y al final terminar con su infierno. Así es como el pobre Akemi se topó con un demonio con rostro de ángel.
Él siempre fue un ser sádico, a pesar de eso seguía siendo humano, tiene sentimientos como cualquier persona, pero por más que sintiera siempre fueron ignoradas o incluso reprimidos, no tenía tiempo para esperar que esas personas se enamoraran de él. Solo quería tener a alguien que pueda amar y que pueda tener como compañía, así como lo hacía su padre con su madre, hermana y él. Claro que Erilk tenía su plan para tener a Akemi, el cual no esta enterado que su amigo es en realidad es un ser tan repugnante.
Mientras tanto el albino apenas salía de su cómodo y suave colchón, observo con detenimiento la mesita donde una lámpara y un reloj reposan, siendo las 6:00 de la mañana. Perfecto, por fin se había despertado temprano pero no para ir al colegio, sino para ir a otro sitio muy especial para él.
—Los extraño mucho —susurro con una voz frágil y suave para sí mismo.
Bajo las estridentes escaleras para llegar al garaje. La luz iluminó el sombrío y desolado garaje, entre algunas cajas se logró visualizar una bicicleta en buen estado. Akemi salió de casa, rumbo a su antigua casa del árbol donde se escondía a dibujar cuando sus padres salían al trabajo, o eso hacía, después de la muerte de sus padres en ese desafortunado incidente, su mundo se volvió gris y sin vida. Pero obtuvo un poco color con su abuela que pocas veces tenía tiempo para verlo, pero al menos llamaba todas las mañanas o eso hacía. El albino se dirigía a su lugar secreto, donde buscaba refugio de la cruel realidad y seguía el pequeño sendero que era ocultado por árboles, piedras y maleza.
Entró al bosque donde los árboles muertos y troncos arrancados muestran un lugar sin vida. Antes no era así, estaba lleno de vida, pero el pasar del tiempo fue muriendo. Dejó de lado la bicicleta, sonrió al ver que la pequeña casita está un poco descuidada y cubierta de polvo, pintura gastada, las ventanas sucias y esa puerta roja que amaba su madre. Observo el interior y lo primero que se encontró en su visión fue un cojín de color celeste, un tapete viejo, estanterías llenas de libros que adora, un escritorio y ahí está intacta la foto de su familia. Lleva su bolsa llena de comida pasaría su día en su refugio, dejó su preciado botín sobre la silla.
Agarro la manta que estaba colgada en el perchero y se cubrió completamente, es hora de dibujar comenzó a tararear una melodía lenta y deprimente que hacía que su corazón se partiera en dos junto con su débil estabilidad. Los pensamientos depresivos volvieron y su mente siempre aprovecha para torturar, para aparecer en cada momento de vulnerabilidad y destrozar su poca estabilidad emocional. Su mente es la peor siempre imagina la voz de sus padres restregando lo horrible de su existencia, se culpa por no haber muerto en el accidente. Es un hecho que el menor carecía de autoestima por más alegre y amable que fuera, aun así, no pudo evitar dormir deseando que un día no volviera a despertar.
Por otra parte, el azabache está sentado en una silla apoyando sus piernas arriba de la mesa, pensando en un lindo albino que no espera que el mal este tan cerca de él.
—Oh Akemi, lindo Akemi, nos la pasaremos muy bien porque tu suave y dulce piel se teñirá de un lindo rojo.
Erilk es un completo loco, pero su locura no era más que una turbia obsesión por el albino que ahora lleva un delirio por tenerlo en sus manos, incluso llega a dejar caer saliva al imaginar a su víctima llorando por tales torturas que le esperan, sus ansias son enormes, pero no podía secuestrarlo, así como así. Quiere que Akemi lo ame tal y como él lo hace. Quiere ver en sus brillantes ojos desbordar amor y locura, es un maravilloso plan, estrujar su corazón hasta que estalle en mil pedazos.
—Mis deseos de tener a mi merced son positivos.
Se miró al espejo esos ojos rojos brillaban en la oscuridad de la noche sedientos de dolor, desesperación y miedo. La sonrisa escalofriante de mejilla a mejilla da a entender que el azabache no estaba nada bien de la cabeza, con esa aura tétrica y escalofriante. Soltó una sonora carcajada en la inmensa oscuridad de su habitación, el eco resuena en la casa y abrazándose así mismo pensando en el albino y nuevamente toda la vivienda regreso a su ambiente original, un silencio largo y pacífico.
╚═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════╝
ESTÁS LEYENDO
El ángel de los ojos vacíos (en proceso)
De TodoEl dulce deseó de percibir su desesperación y saborear la sangre entre su lengua, la coagulación sobre sus dedos le hacen temblar como un animal hambriento. Aquel horror en su mirada lo seduce, tentando entre perversión y deseos carnales que nunca p...