La cordura fue una enfermedad que me quite hace años.
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El humo llegó a su nariz, sus ojos por fin se abrieron acostumbrándose a la luz que llegó a su rostro, apenas podía respirar ante aquel asiento que aplasta su pequeño cuerpo. No podía gritar o siquiera llorar, está en un estado de shock. No logra procesar lo sucedido y su cerebro no logra comprender aquel dolor en su tórax. Mientras más respira la agonía aumenta y sus ojos buscan con desesperación a sus padres. Las manos del pequeño trataron de quitar aquel peso de encima, pero no sirvió solo abrió su boca en busca de más oxígeno, el automóvil se sentía caliente muy caliente. Observó desde su lugar como una pequeña chispa de fuego, se hacía más y más grande.
Hacía calor, ese fuego se acerca más a él. Pero no podía moverse, solo susurro por ayuda. Un punzante dolor llega a su tobillo, giro su cabeza encontrando un pedazo de vidrio en su articulación. La sangre estaba presente mientras las lágrimas y desesperación se apoderó de su cuerpo. Sus ojos observaron con horror como las llamas se acercan a su cuerpo. Miedo es todo lo que siente, más no se mueve.
Aceptando su terrible destino y cierra sus ojos ante su inminente final.
La alarma sonó desde su costado derecho, abrió sus ojos y se dirigieron hasta su reloj; extendió su mano apagando el aparato. Se levantó sin muchos ánimos, observar por unos segundos la ventana y luego baja las escaleras con su típica pero bonita pijama de rayas. Bostezo con pesadez, odia los días de compras.
En aquella vivienda solitaria. El tic tac del reloj irrita al joven. Erilk ya había llegado a su hogar después de hacer las compras. Dejó aquellas bolsas en la mesa para bajar con tranquilidad al sótano de su hogar en donde las escaleras de madera rechinan con cada paso, prendió la luz, observó directamente a la chica que se movía con insistencia. La joven está en una camilla metálica de cirugía, su boca amordazada, con los ojos vendados y sus extremidades están esposadas contra la mesa. El chico de cabello oscuro garra sus guantes de látex para proceder a quitar los zapatos y calcetas de la joven.
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El ángel de los ojos vacíos (en proceso)
RastgeleEl dulce deseó de percibir su desesperación y saborear la sangre entre su lengua, la coagulación sobre sus dedos le hacen temblar como un animal hambriento. Aquel horror en su mirada lo seduce, tentando entre perversión y deseos carnales que nunca p...