Novia a la fuga (Parte final)

218 21 0
                                    

Todas las personas de la calle me miraban extrañados mientras que yo solo los ignoraba.

Baje las largas escaleras de mármol que se encontraban enfrente de la iglesia y cruce el pequeño parque que había enfrente.

-¡Taxi!-. Grite una vez que llegue a la carretera y llamaba a uno de los coches amarrillos.

En menos de 5 segundos uno aparco a mi lado, me monte en el sin pensármelo dos veces y por fin pude respirar aliviada.

-¿Adónde la llevo señorita?-. Me pregunto la conductora, una mujer regordeta, de piel oscura y pelo muy rizado mientras me miraba por el retrovisor.

-Lejos, muy lejos de aquí-. Fue lo único que dije sin parar de sonreír.

Pasaron alrededor de 30 minutos cuando todavía podía sentir la adrenalina en todo mi cuerpo.

-Y dígame ¿Puedo saber el motivo por el que huye en un día tan especial como hoy?-. Decía ella mientras hacía énfasis a mi vestido.

-Yo... Yo iba a entregarle mi vida a un hombre que no la merecía y hasta hoy no me di cuenta del error que estaba por cometer-. Dije tranquilamente.

-Entonces has acertado bien querida, tíos como esos no deberían de existir en este mundo-. Decía ella comprensiva.

-Lo sé-. Fue lo único que dije antes de sumirnos en un cómodo silencio. Entonces me acorde del sobre que me dio mi hermana y lo cogí de mi zapato.

Lo abrí rápidamente y me sorprendí al ver que en su interior había una tarjeta de crédito con una notita que ponía "Para que empieces tu nueva vida" era lo único que ponía.

Una sonrisa nostálgica se hizo presente en mí. De repente un lugar se me vino a la cabeza, el lugar donde empezaría mi nueva vida.

Le indique a la conductora el sitio al que quería ir y ella amablemente acepto. Poco a poco observe como los grandes edificios eran sustituidos por enormes árboles y mucha vegetación. Y cuando me di cuenta ya habíamos llegado.

El coche se detuvo y la señora se hecho para a la vez que me miraba fijamente.

-Bien, hemos llegado. Pero supongo que no llevaras dinero encima ¿me equivoco?-. Preguntaba ella burlona.

-No, lo siento mucho... ¿Aceptas tarjeta de crédito?-. Pregunte con algo de esperanza.

-No te preocupes, no hace falta que pagues nada. Considera esto como tu regalo de no-bodas-. Dijo ella divertida.

Y tras agradecérselo un millón de veces e informarme de su nombre para más tarde pagárselo me despedí de ella y me baje de aquel taxi.

Comencé a caminar lentamente por el sendero que me conduciría a la casa que una vez perteneció a mi abuela y donde muchos días de mi infancia había pasado allí.

Según me habían informado la casa se puso en venta pero nadie llego a comprarla nunca y se quedó ahí, abandonada sin nadie que habitara sus cuartos.

Pero en vez de seguir adelante cogí un pequeño camino que había en la izquierda y seguí caminado mientras recordaba con nostalgia hacia donde llevaba.

Una vez que estuve delante de aquel pequeño pero hermoso lago me arrodille en la orilla a la vez que miraba mi reflejo en las cristalinas aguas.

Me levante de nuevo y cerré los ojos levantando a la vez los brazos a ambos lados de mí y respiraba profundamente aquel fresco aire,

No, lo que respiraba en realidad era el olor de la libertad.

Y como una pluma me deje caer en la suave y esponjosa hierba que se encontraba a mis pies, disfrutando del agradable calor en mi cara y del hermoso cantar de los pájaros.

Tras pasados unos minutos donde me tranquilice y mi corazón latía a un ritmo normal me senté en la hierba y observe el precioso paisaje ante mí.

Por un momento pensé en todo lo que había sucedido en tan poco tiempo, mire mi vestido y deslice mi mano sobre él.

Siempre había soñado con el día de mi boda y me entristecía saber que no había sido como siempre quise.

Me quite los tacones y con toda la fuerza que saque los lancé lejos de allí, cayendo en aquel lago y hundiéndose rápidamente.

De repente cerca de la orilla, no muy lejos de allí pude distinguir un bulto bastante raro.

-¡Oh dios mío! ¡Ahí hay alguien!-. Me levante rápidamente de allí y salí corriendo mientras me levantaba el vestido con las manos.

Una vez que llegue pude ver a un hombre tirado boca arriba, su ropa estaba un poco sucia y tenía manchas de sangre por todos lados.

-¡Ey! ¡¿Estás bien?!-. Me arrodille ante él y le cogí la cara suevamente.

Lo zarandee un par de veces, incluso puse mi oreja en su pecho para comprobar que estaba respirando.

Que para mi suerte sí.

-¡Ey amigo! ¡Vamos, despierta!-.

Entonces aquel hombre empezó a emitir unos sonidos de dolor, se llevo la mano hacia el costado y empezó a abrir los ojos lentamente.

-¡Si, eso es! ¡Despierta!-. Volvía a insistirle.

-¿Qu- que? ¿Dónde estoy?- Dijo mientras sus ojos se abrían al verme- ¡Oh por dios! Estoy muerto ¿verdad? ¡Seguro que si, seguro que me ha atropellado un camión o peor aún, Donna me ha estrangulado por llegar tarde! Y tú, tu eres un ángel que ha venido a por mí-.

-Claro que no estás muerto y yo no soy ningún ángel. Te he encontrado aquí tirado, inconsciente-. Le dije riéndome ante su comportamiento.

-¿No? ¿Estás segura? Estas vestida de blanco y tienes alrededor... como un aura brillante-. Dijo moviendo sus manos en círculos.

-Bueno, creo que lo llaman Sol. Y el vestido... es una larga historia-.

-¿Dónde estamos? Nunca he estado aquí-. Dijo mirando con preocupación a todos lados.

Observe sus facciones, tenía un bonito pelo negro rizado y unos profundos y oscuros ojos.

Era muy, muy apuesto.

-Estamos un poco lejos de la ciudad, si es lo que quieres saber. Puedo llamarte un taxi si quieres-. Le dije levantándome junto a él.

-E-eso sería muy amable, si, gracias. Por cierto, soy Steven, con v. De nuevo gracias por ayudarme-. Dijo estrechándome la mano.

-Pues encantada Steven con v. Yo soy Destiny-.

-Vaya, que nombre más... -.

-¿Profundo? Lo sé, me lo dicen mucho-. Alce los hombros.

No sé porque, pero había algo en ese hombre que me resultaba de lo mas intrigante y atrayente, no sé si sería su mirada, su comportamiento o yo que sé. Lo único que se es que quiero conocerlo.

-Oye... siento si te parece un poco precipitado. Pero... ¿te apetecería ir a tomar un café?-.

-¿Qué? ¿Quieres ir conmigo a tomar un café?-.

-Claro, no veo a nadie más por aquí-. Le dije riéndome.

-Ya ya claro, que tonto Steven. Por supuesto, estaría encantado. Pero... ¿no te será un poco incomodo ir con eso puesto? Es decir, estas preciosa, pero seguro que prefieres ir con otra cosa. Perdón, soy un bocazas, no sé cuando callarme-.

-No te preocupes Steven. Pero si, tienes razón, quiero quitarme esto. Aunque yo puedo decir lo mismo, no creo que la gente te mire muy bien si vas por ahí con toda esa sangre-. El moreno se miro la ropa y palidecía al ver la cantidad que tenia, pero se quedo más tranquilo al ver que no era suya.

-Si... Necesito una ducha urgentemente, apesto un poco a zarigüeya-. Dijo haciéndome reír, aquel hombre era una caja de sorpresas.

-Pues entonces ¿Vamos?-.

Y con aquellas palabras ambos nos dirigimos a la casa, no parábamos de hablar en todo el camino y me repetí a mi misma un millón de veces que había elegido la opción correcta al escapar de todo aquello.

Porque era incluso gracioso todo.

Como yo, me llamaba de la misma forma de lo que estuve a punto de arruinar.

Moon Knigth One-Shot.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora