Él.

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Mi vida es sumamente patética, en mi escuela nadie me conoce, es decir, ni siquiera mis profesores saben mi nombre, suelen cambiarme de nombre a cada momento, al principio dolía que nadie supiera quien era, después dejó de importarme, ahora solo me quedo en mi banco a leer, todo después de salir de la secundaria cambió, cambió bastante. Al principio creí que era normal que nadie tuviese conocimiento de mi nombre, incluso entre sí nadie sabía el nombre de nadie, todo nos presentamos, incluso yo me presenté, nadie prestó atención.
Ya pasó, hace tres semestres pasó. Ya superalo.
En fin, ya no me importaba, solo era el chico desconocido.
Después de la escuela siempre me iba al café, solía tomar un café negro, me encantaba su sabor amargo al tragar.
- Lo de siempre, por favor Anette.
- Claro Diego. - Contestó Annete, la chica de la caja.
Y eso era todo, solía ir al café todos los días desde hace dos años, y siempre salía al balcón y me sentaba en el mismo lugar, en la misma silla. Solía tomar mi café y dibujar o solo bosquejar lo que fuese que llegara a mi mente, me gustaba perderme en cada línea, cada trazo, era para mi como un éxtasis, un pequeño placer rutinario.
Pero ese día, todo fué de mal en peor, no pusé mucha atención en la clase, y al final, el profesor hizo un exámen sorpresa, el cual obviamente, reprobé. Al salir al balcón, me encontré con ese sujeto extraño, su pelo era blanco, y sus ojos muy cafés, no pude notar su estatura, pero vestía un traje negro, y estaba sentado en mi lugar, usando la mesa que yo usaba.
- ¿Puedes moverte?, por favor. - Lo pedí por favor, no quería estar más molesto de lo que ya estaba.
- Claro, no hay problema. - Tenía una bebida fría frente a mi lugar, la movió y dejó el anillo de agua frente a mi, solo tomé una servilleta, y lo limpié, dejé el plato en el que estaba mi taza de café, y saqué de mi mochila mi cuaderno de hojas blancas y mis lápices. Podía sentir como sus ojos me miraban, era detestable. Escuché cómo sorbía su bebida, era detestable.
Tomé mi lápiz, abrí mi cuaderno, y traté de perderme en los trazos.
- ¿Qué dibujas? - Quiso saber.
- Pudrete. - Traté de ser amable, solo suspiré y fuí gentil. - Nada que te incumba.

Dulce & Amargo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora