Entre lo dulce y lo amargo.

200 26 0
                                    

Apenas salí del hospital, fui a casa. Todo estaba bien antes de salir, hasta que me dijeron que debía salir en silla de ruedas por políticas del hospital.

— ¿Es enserio?. — No quería que Adrian me empujara mientras estaba en la silla de ruedas, me sentiría avergonzado. — Yo no. . . No pienso usar una silla de ruedas.

— Lo sentimos pero tienes que, son políticas del hospital. — Dijo la enfermera que había entrado a dejar la silla. Yo me había sentado en la cama aún con la idea de no usar una silla de ruedas. No la necesitaba. — Tengo que atender a otros pacientes, si pudiese ser tan amable de hacer que su amigo saliera en la silla se lo agradecería mucho. — Le dijo a Adrian. Maldita mujer.

Él solo me sonrío, y la enfermera salió.

— ¿Puedes. . . — No lo hagas. — Por. . .— No lo digas. — Favor sentarte en la silla de ruedas?. — Maldito.

¿No me queda de otra? — En realidad no lo hacía, pero no me costaba nada intentar.

— No, creo que no. Ahora por favor buen hombre, hágame el favor de subir a su noble transporte. — Hizo un ademan con las manos mientras me sonreía.

— Eres un tonto. — Refunfuñe entre dientes, sin evitar escuchar la risilla que soltó después.

Me senté en la silla de ruedas con las mejillas ardiendo y el alma llena de vergüenza. Quería decirle una y mil veces lo tonto que era, pero sabía que no podría hacerlo.

— Tú madre. . . — ¿Qué?. — No vino a visitarte hoy.

— Oh. — Una risilla nerviosa se me escapó de entre la boca. — No, seguramente está en el trabajo, o en algo importante.

— ¿Qué puede ser más importante que tú? — Quizá era mi imaginación pero su voz, era más sería de lo normal.

— No lo sé, no es como si me preocupara tanto. — Eché mi cabeza hacía atrás para ver su rostro. El agachó el suyo, y nuestras miradas se cruzaron. El sonrió y yo lancé mi cabeza al frente.

— Supongo que está bien. — Comentó finalmente después de un momento de silencio.

— Ya tenía ganas de salir de aquí. — Una forma hábil de cambiar el tema. — Extraño dormir en mi cama.

— Pues vamos a casa. — Comencé a tener miedo, era como si algo no fuese bien. Su voz era más sería de lo normal, y su sonrisa, se notaba diferente. ¿Por qué?. Traté de hacer que la pregunta no me afectase, pero en todo el camino, desde el hospital hasta mi casa el sólo guardó silencio. Apenas me dejó en la entrada, y se fue.

Entré a mi casa, después de notar que él se iba sin decir nada, sin siquiera despedirse de mi.

Había cajas en toda la sala. Algunas decían "Frágil", los muebles más grandes estaban cubiertos de plástico. Eso solo significaba una cosa.

"Mudanza". Toda la felicidad se me había ido a los pies, y comprendí la seriedad de Adrian.

¿Donde estaba mi madre?.

Dulce & Amargo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora