Dulce Sonrisa.

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- Cierra los ojos. - Sonrió, como si todo pareciera gracioso.
- No, no cerraré los ojos, déjame disfrutar mi bebida en paz, ¿quieres?, tu cosa endulzada me dejó el sabor en la lengua - Odiaba sentir ese sabor dulce de la malteada, es como si tuviera su escencia en mi boca.
- Anda, cierra los ojos, por favor. - quizá lo hacía a propósito, pedirlo por favor, ¿Por qué lo hacía?, ¿Por qué estaba ahí?, ¿Por qué sentía algo raro por el?.
- Si cierro los ojos, ¿te callas y me dejas en paz? - Di que sí, y no me jodas más.
- Tal vez - Sonrió. - Cierra los ojos, anda.
- Joder, ¿no me dejarás en paz si no lo hago, verdad?
- Exacto, ahora haz lo que te digo.
- Vale, está bien. . .- Finalmente, terminé accediendo a su demanda, cada vez sentía que lo odiaba más. Cerré los ojos, como el lo pedía.
- No vayas a abrir los ojos por nada, ¿quieres?
- No sé si pueda. - Ahora parecía titubeante. - ¿Eres un mounstro y me comerás?
- Algo así. . .
De un momento a otro sentí como una mano se entrelazaba en la mía, sus dedos cruzando entre los míos, quería abrir los ojos, pero de alguna forma, no quería hacerlo.
- Aún no los abras. - Dijo.
- Ya sé, ya sé. Joder.
Su mano se levantaba con la mía, quizá a la altura de mi rostro, sentía como sus dedos se tensaban entre los míos, una respiración jadeante cerca de mis labios. Me besó, sentía como sus cálidos y dulces labios rosaban con los míos, el sabor de sus labios, ¿Se había puesto malteada en los labios?, quería apartarlo, pero no podía, todo mi ser me lo impedía de alguna manera, como si estuviese hechizado, hechizado por sus dulces labios. Abrí los ojos por un momento, el me seguía besando, mantenía sus ojos cerrados, su mano dejó de estar tensa, cerré mis ojos, y dejé que el mundo se consumiera en su propio infierno, ahora no me importaba nada.
Quizá después de ese beso, nada sería igual. Quizá.
Se apartó por fin, terminando con el beso.
- ¿Y qué tal?.
- ¿Qué tal que cosa? - Trataba de fingir que nada había pasado.
- Estas rojo. - Comentó.
- Cállate. - Traté de ocultarme tras mi taza de café, pero era muy pequeña, solo me di la vuelta, y miré el alba al atardecer.
Escuché cómo sorbia de su malteada, mientras en mi mente se quedó plasmada su sonrisa, su estúpida, y dulce sonrisa.

Dulce & Amargo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora