De Nuevo, Él.

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Apenas me desperté, noté que el día pintaba para ser perfecto, hasta que noté la hora.
- Joder, ¡voy tarde al Instituto! -
Quizá me había quedado dormido, o simplemente olvidé poner la alarma. En fin, ahí estaba yo, vistiendome tan rápido como me era posible, mientras no saliera corriendo con los pantalones abajo, todo estaba bien. La escuela no quedaba lejos, no tanto, tardaba unos veinte minutos si me iba corriendo, el autobus siempre iba repleto. 'AutoSardinas', solía pensar al ver a todos amontonados y apretujados en el autobús.
Tomé mi mochila de correa, y comencé a correr tan rápido como me era posible, quizá necesitaba comparar una bicicleta.
Apenas llegué a tiempo a la puerta de entrada, pero la primera clase, Joder.
La primera clase era con el profesor Lucas, un profesor sumamente estricto, o bueno, lo suficientemente estricto.
- ¿Puedo pasar? - Lo que más jodia, era que su salón estaba en el tercer edificio, en el último salón, el 'PentHouse', era como solía decirle.
- Tu, el Gran Diego, ¿Llegando tarde?.
- Sí bueno, no siempre tienes oportunidad de correr a toda velocidad tratando de alcanzar el tiempo, ¿Verdad? - Mi voz era jadeante, en verdad necesitaba hacer más ejercicio.
- Pasa, y ve directo a tu banco, solo no llegues tarde otra vez o te quedas afuera, ¿Vale?
- Está bien. - Casi se me salían los pulmones al correr, y creí que me iban a explotar cuando subía las escaleras.
El profesor comenzó a dar su clase, y yo a tomar apuntes, hasta que un recuerdo fugaz me llegó a la mente, aquel chico del café, ¿Quién era?, ¿Y por qué usaba traje?, ¿Sería de alguna escuela cerca de el café?, es decir, ¿Por qué estaba ahí?, parecía como si estuviese esperándome o algo así. Como seá, seguramente ya no le vería más.

Y para mi mala suerte, me encontré con aquel chico, nuevamente, pero esta vez, fué diferente, estaba en la entrada de la escuela, supuse que estaría esperando a su hermano, o hermana pequeña, pero no era así, me estaba esperando a mi.
- Oye tú, chico guapo. - Esperaba que no me estuviera hablando a mí, pero lo hacía. - Diego. . . Tú, el chico de ojos cafés, tengo algo que quizá te interese.
Traté de hacer caso omiso a lo que me decía. Pasé de largo, y comenzó a seguirme.
- Diego. . . ¿Puedes darme un momento por favor? - Lo pedía por favor.
- Tienes treinta segundos, ¿Qué quieres?
- Es que. . . Se te cayó la cartera cuando ibas corriendo a la escuela. - Sonrió, tenía una gran sonrisa, casi quería sonreír junto con el. - Da gracias que la encontré yo, y no un extraño. - Eso sonaba un poco contradictorio. - así que. . . Me debes una malteada.
Me guiñó el ojo, y siguió su camino.
Fué un tanto extraño.

Dulce & Amargo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora