"Porque un niño nos ha nacido, ¡un hijo nos ha sido concedido! Sobre sus hombros llevará el principado, y su nombre será «Consejero admirable», «Dios fuerte», «Padre Eterno» y «Príncipe de paz»"
Isaías 9:6
En algún momento de la segunda mitad del siglo XX
Hay cierta historia que dice que un arcángel que Dios apreciaba mucho un día descendió a la Tierra. Se encontró con los seres humanos que fueron expulsados del Edén, y como no podía ayudarles, les entregó de buena gana su libro, un libro en que estaba escrito cada secreto habido y por haber en toda la Creación, incluso los de Dios.
Pero la humanidad pronto demostró no ser digna de este sagrado obsequio y el arcángel tuvo que recuperar el libro por la fuerza, ganándose de esta manera el odio de las personas que alguna vez le adoraron y agradecieron.
Se supone que el libro fue escondido de cualquier ser que pudiese sucumbir a las tentaciones que venían con sus conocimiento, de manera que sólo Dios mismo y quien resguardaba dichos secretos lo podían hallar.
Esto no es lo que Hammón recuerda, claro, es la versión de la humanidad. En sus memorias, elle supo desde el principio que poner el libro en manos de la humanidad hubiese sido un gran riesgo y habría acabado con el planeta y la vida como la conocemos. Sin embargo, sí que intentó ayudar a su manera y vaya que el Padre le acusó de incitar la violencia.
Hammón no se había considerado une arcángel agresive, pero era difícil no recordar la sentencia por su "actitud violenta" que se le dio el día de su Caída cuando estaba deslizándose de nuevo por los pasillos del Cielo.
Fue justo allí, pensaba, observando el suelo que parecía hecho de algodón de un tono de blanco crema. Allí le arrojaron contra el piso.
Gabriel se disculpó entonces con que el Padre le pidió que le contuviese, y hasta cierto punto, Hammón sabía que sólo seguía instrucciones, pero esto no deshacía el nudo de resentimiento que de vez en cuando se formaba en el centro de su pecho y enviaba un calor desagradable al resto de su cuerpo.
—Quiere que entres —Escuchó que le decía Gabriel, que fue quien le buscó en el infierno de Ira—. Hablarán a solas.
Por un instante, Hammón estuvo de regreso en esa época. Elle en el pasillo, Gabriel al frente. La puerta abriéndose. Luego le someterían y recibiría la sentencia. Le echarían, quitándole todo cuánto quería.
Excepto su libro.
Por eso seguía aquí. Por eso el Padre todavía tenía que lidiar con elle.
Hammón cabeceó hacia Gabriel para indicarle que lo oyó y se metió a la sala del trono. La puerta se cerró detrás de elle.
De cierto modo, el infierno de Asmodeo era más impresionante. Incluso la sala de Lucifer podía ser más intimidante. Allí arriba la blancura era cegadora y molesta, el suelo con textura algodonada continuaba bajo sus pies y el trono era inmenso, como si fuese hecho para un gigante, pero el ente sentado ahí tenía su silueta medio desvanecida y elle no debía levantar la cabeza para verlo.
ESTÁS LEYENDO
Ira (Pecados #4)
ParanormalDios está muriendo. O donde hay un humano "bendecido" que no sabe si se puede cumplir una misión divina al mismo tiempo que sales con un demonio.