Juan 17:15

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"No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno"

Juan 17:15

Juan 17:15

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—¿...realmente te sientes bien?

—Que sí —insistió Job, sin darle importancia a su cansancio.

Le quedaba sólo una hora para terminar su rutina del día en el Vaticano y calculaba que debían estar a punto de llegar a una conclusión. No podían tenerlo allí toda su vida sólo porque un montón de ancianos religiosos no se ponían de acuerdo. Extrañaba su casa, al resto de su familia, sus amistades, hasta las horas invertidas en su proyecto final para graduarse.

Hammón lo acompañó por los pasillos de nuevo con un disfraz de padre. Antes de llegar al corredor al que se dirigía, Job echó un vistazo alrededor.

No había nadie, así que presionó la espalda contra la pared, jaló del cuello de la ropa de Hammón para acercarle y le dio un beso.

—¿Estás buscando que te exorcicen o algo como eso? —lo "regañó" Hammón, dándole una palmadita en el pecho.

—No se darían cuenta ni aunque entres conmigo —argumentó Job, yendo por otro beso.

Hammón movió la cabeza para que tocase su mejilla en su lugar, conteniendo la risa. Él lo aceptó y dejó algunos besos en su rostro, hasta que escucharon a alguien acercarse.

En cuestión de un parpadeo, había un metro de respetuosa distancia entre ambos cuerpos y Job tenía una plática de teología religiosa con el "padre".

No tenía la menor idea de cómo lograban contener la risa.

Job tuvo que seguir al cardenal que lo fue a buscar y despedirse de Hammón, que se desvaneció en medio del pasillo cuando nadie más le veía.

Haría algunos milagros. Job estimó que podía hacer lo suficiente dentro de su límite y ayudó a dos personas con infecciones severas en sus lesiones antes de percibir un ligero cambio.

No habría sabido explicar qué era. La tercera persona seguía frente a él, atenta. Tres padres lo observaban. Job llevaba a cabo el mismo procedimiento de siempre, no creía haberse equivocado en nada.

Hizo una pausa y decidió dar una advertencia.

—Hay algo extraño esta vez.

Los padres no entendieron lo que decía o no se lo tomaron en serio. Job volvió a ver a la tercera persona que le presentaron y realizó el procedimiento del milagro de nuevo desde el principio.

Esa vez fue más fuerte. El cuarto entero se sacudió y un Cristo crucificado en la esquina se cayó al suelo sin que su soporte hubiese fallado o entrase la menor brisa al cuarto.

Esto distrajo al resto, por lo que sólo Job notó que la piel de la persona a la que debía ayudar era manchada de algún tipo de esencia oscura allí donde la tocaba.

Ira (Pecados #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora