Epílogo: Juan 8:42

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"—Si Dios fuera su Padre —les contestó Jesús—, ustedes me amarían, porque yo he venido de Dios y aquí me tienen. No he venido por mi propia cuenta, sino que él me envió"

Juan 8:42

En los próximos libros religiosos, Job sería recordado con muchos títulos

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En los próximos libros religiosos, Job sería recordado con muchos títulos. El Mesías del Nuevo Milenio. El Mesías Joven. El Mesías corrompido...

Sería alabado y maldecido, probablemente a partes iguales, y nadie pensaría en cómo fue en ese momento, en lo que era él como persona y lo que fue cuando cumplió su primera tarea.

Job probablemente era el único mesías que había tenido una fiesta por...terminar de ser un mesías.

Danna la organizó en la casa de su padre, y cuando el Vaticano hizo el anuncio de su mensaje, Saray y Job subieron a tiktok un vídeo de reacción cantando "aleluya".

Ignoró por completo cualquier comentario acerca de que se "burlaba", que no era "lo bastante serio" y sobre ser un fraude que convenció a los papas, porque estaba de un muy buen humor tras haber cumplido con lo que técnicamente era su meta en la vida.

Y ya que acabó con esta, necesitaba nuevas metas. Terminar el proyecto para graduarse, por ejemplo. Decidir qué iba a hacer después. Pensar si quería el postgrado que le ofrecieron o aceptar la propuesta del Papa de recibirlo en Roma de nuevo.

Besar más a Hammón. Eso también tenía su importancia.

Mientras el grupo de seres humanos que más lo querían festejaban, Job se reunía en el techo con el grupo de arcángeles que siempre lo cuidaban.

Miguel lo levantó varios metros al darle un abrazo y agitar las alas. Rafael le revolvió el cabello. Gabriel le puso una mano en el hombro y Job interrumpió uno de sus sermones sobre que ahora necesitaba ser más responsable que nunca porque era una figura pública reconocida mundialmente por su Iglesia. En su lugar, le dio un abrazo fuerte y Gabriel lo estrechó también.

Hubo felicitaciones, preguntas y Job se quejó sin parar sobre la burocracia extendida a la religión. Cuando se hizo más tarde, Gabriel regresó al Cielo por unas tareas pendientes y Miguel se despidió de él con otro abrazo.

Lo dejaron solo con Rafael en el techo. Job giró el rostro y le dio una mirada suplicante.

—Ya cumplí. Ya está bien, ¿verdad?

Rafael lo examinó con atención.

—Deberías estar mucho más contaminado. Raziel le dijo al Padre que estábamos exagerando, pero estaba seguro de haber sentido una contaminación mayor de tu energía...

Job se puso nervioso y ahogó un sonido frustrado.

—Sólo dime si ya puedo ir a besar a Ham hasta el cansancio, por favor.

Rafael soltó una risita.

—¿Estás seguro de querer deshacerte de tus bendiciones? Has crecido con ellas. No sabes cómo viven los demás humanos...

—Eres un arcángel que tiene a un demonio como una de sus dos parejas —replicó Job, incrédulo—, esperaría este discurso de Gabriel, no de ti.

Rafael presionó una mano contra el centro del pecho de Job.

—Puede doler mucho-

Justo cuando iba a comenzar, una figura se materializó en medio de ambos y le dio un golpe en el brazo a Rafael con un libro.

El arcángel se quejó y se apartó un par de pasos. Job también retrocedió sin pensar al ver a Hammón sosteniendo el Libro de los Secretos y a Gabriel detrás con una expresión incrédula.

—¿Cómo vas a deshacerte de unas bendiciones que te dimos antes de que nacieras de esta manera? —comenzó Gabriel—. ¡Ni siquiera sabes cómo viven los demás humanos! No estás acostumbrado y desconoces-

Hammón le hizo un gesto para pedirle que dejase el sermón para después y sus ojos cayeron sobre un Job que se encogió un poco, como si lo hubiesen atrapado en una travesura.

—¿Creíste que no sabríamos que hay un mesías renunciando a su bendición divina? —Hammón arqueó las cejas y tocó la cubierta del Libro con el índice—. Te lo dije: aquí está casi todo sobre todo.

Job titubeó.

—Sólo quería...

Sin embargo, Hammón se concentró en Rafael.

—El Padre quiere que Job escriba un nuevo libro para futuras ediciones de la Biblia. Eso significa que no puedes retirar la bendición por completo.

Job sintió que algo se desmoronaba frente a él. Rafael lo notó y le dio un apretón en el hombro.

—No, Job, no entiendes- hay varias personas que escribieron evangelios y salieron con demonios, ¿no lo recuerdas?

—Sería lamentable que no lo recuerde después de tantas veces que se lo dije —masculló Gabriel a nadie en particular, cruzado de brazos.

—Tu bendición de mesías no será retirada, pero podrá ser reemplazada en cierta medida por la bendición que se le otorga a profetas —le explicó Rafael, deprisa. Sonaba más emocionado que el mismo Job que todavía no lo captaba del todo—. Ambas cosas se compensarán entre sí y serán suficiente para lidiar con la energía demoníaca por tu cuenta, Job.

—El Padre no permitirá que dejes su camino —alegó Hammón—, pero sabemos que todavía queda mucho por ver. Este es el mejor acuerdo al que hemos podido llegar. Agradécele al Espíritu Santo que te va a dar la bendición. Y seguramente Jesús también tuvo algo que ver, pero...

—¿Fuiste al Cielo a hacer un acuerdo con él...sobre mí? —musitó Job.

Hammón carraspeó, mientras sus dos hermanos le observaban.

—Le conviene que esté de buen humor —razonó elle con simpleza, tocando el lomo del libro que tenía todos los secretos de Dios.

—¿Y yo te pongo de buen humor? —Job le mostró una sonrisa.

Rafael soltó un bufido de risa y Gabriel fingió una arcada.

—Cosa mala —Hammón sólo meneó la cabeza e hizo desaparecer el Libro—. Gabriel, entrégale la bendición para que acabemos con esto y pueda besarlo a gusto.

Gabriel, que ya había avanzado un par de pasos con la esfera brillante en una mano, se detuvo y giró el rostro con una expresión incrédula, listo para soltar otro sermón. Rafael lo interrumpió con un quejido, le arrebató la bendición y se elevó con sus alas para ponerla sobre Job y dejar que su propia energía la recibiese.

Conseguir una nueva bendición fue una sensación extraña. Tener un nuevo peso y ser más ligero al mismo tiempo. Supo de inmediato que esto venía con nuevas tareas, pero no le importó demasiado, porque todavía sentía sus poderes ahí.

—En este nivel —dijo Rafael, alejándose para contemplar el espacio en que estuvo la esfera ya consumida por Job—, no serás un peligro con algo de energía demoníaca. Incluso si es demasiado, te podemos mantener bajo control —Miró de reojo a Hammón—, aunque creo que Raziel no nos necesita para esa parte.

—Definitivamente puedo ocuparme de él —respondió Hammón, con calma.

Job sólo sonrió de nuevo y se abalanzó sobre elle. Le rodeó con los brazos y le besó.

Le encantó que Hammón también lo abrazara y respondiera al beso del mismo modo.

Sí, iba a añadir lo de besar bastante a Hammón en su lista de metas, justo al lado de las nuevas tareas que venían con escribir un evangelio. Y cuando lo hiciese, le gustaría escribir también sobre elle. 

Ira (Pecados #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora