Colosenses 3:2

193 45 17
                                    

"Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra"

Colosenses 3:2

La siguiente vez que abrió los ojos, lo hizo sin recordar cuándo se durmió, sólo sabía que se sentía mucho mejor y que Hammón aún estaba ahí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La siguiente vez que abrió los ojos, lo hizo sin recordar cuándo se durmió, sólo sabía que se sentía mucho mejor y que Hammón aún estaba ahí. Su cuerpo estaba atrapado entre la pared y Job, que seguía abrazándole.

Se había dormido.

Miguel una vez le dijo que no les hacía falta dormir. Lo harían sólo si querían o si estaban muy a gusto. Y él sabía que no era frecuente en Hammón.

Job presionó un beso en su frente y volvió a dormir. No le importó retrasar una reunión con el Papa.

Al regresar más tarde a su cuarto, recibió la feliz sorpresa de que Hammón estaba tendide boca abajo en la cama jugando con el búho Raziel desde el borde. Lo miró de reojo apenas entró, como si esperase que le preguntase qué hacía todavía ahí.

Job, en cambio, sólo sonrió y se dirigió a la cama. Se subió encima de elle, le rodeó con los brazos y apoyó la cabeza en la parte alta de la espalda de Hammón, aplastándole contra el colchón. Oyó un débil resoplido y el aleteo de Raziel cuando entendió que ya no tenía muchas oportunidades de jugar con elle.

—Me puedes decir si te molesta lo que hago —recordó informarle, "aplastándole" felizmente.

—Mis poderes son mucho más fuertes que los tuyos. Si me molestara, te podría tirar al otro lado del cuarto antes de que te dieses cuenta —recalcó Hammón, apoyando su mejilla contra el colchón.

—¿Ese es mi permiso para ser un mimado al límite?

—¿No lo estás siendo ya?

—Puedo ser peor —Job se rio al pensarlo.

—¿Eso es posible?

—Sí.

Le escuchó maldecir y se rio más fuerte. Ya que estaba ahí, Job dejó algunos besos por su espalda a través de la ropa.

Estuvieron un rato así, hasta que Hammón se tensó un poco y le comentó en tono hastiado que tenía que resolver algo en el infierno. Rommel debió enviarle un tipo de señal que él no captaba para que lo supiese.

—¿Me das un beso antes de irte? —indagó Job, sonriendo. Se había apoyado sobre sus brazos para alzarse un poco y Hammón consiguió darse la vuelta y quedar boca arriba bajo su cuerpo.

—Los besos contaminan más —contestó elle, poniendo su palma contra los labios de Job para prevenir cualquier intento.

Él asintió, y en su lugar, le besó la palma de la mano y la muñeca. Hammón observaba cada movimiento con mucha atención.

—¿Qué? —Job volvió a verle con una sonrisa.

Hammón sacudió la cabeza apenas.

—Mucho afecto.

Ira (Pecados #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora