𝕰𝖘𝖕𝖆𝖉𝖆 𝕷𝖎𝖇𝖊𝖗𝖙𝖆

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Un borrón blanco corre velozmente entre los árboles a mi derecha. Luego se escucha tras Mirt, quien enseguida se da la vuelta, titubeante. No sucede otra cosa. A la tercera vez, que fue muy cerca de una roca que está a mi espalda, formamos en un círculo, de espaldas con los demás.

        Rotando despacio, y manteniendo a Mirt en el centro para protegerlo a costa de su mal combate. Atiendo detrás de mí un tirón, miro de soslayo. Y, efectivamente, según sospeché, Iol mantiene la cuerda tensa y estirada entre los dedos de su mano derecha, junto con el culatín de una flecha de madera. Mantiene frente a él el brazo izquierdo estirado, con la mano aferrada al cuerpo del arco.

        A mi lado, Marvin empuña sus dos catanas curveadas en dirección al centro, formando un semicírculo cada una. La línea marcada casi en el centro de ambas armas brilla en un color azul cerúleo lucido. Justo después, dos delgadas tiras de agua, que flotan sin ningún impedimento en el aire, forman un espiral que se mueve de manera constante alrededor de las dos espadas.

        Las irises de sus ojos se vuelven rosas rubor.

        Creo que Elián se encuentra en posición de combate, no logro verlo; con estrellas de cuatro puntas entre los dedos de ambas manos o sosteniendo sus nunchaku. En cualquier caso, él es quién menos me preocupa.

        Ya no se oye más movimiento; hasta el estruendoso viento parece haber guardado silencio. Aún así, la nieve continúa cayendo, lo cual nos obstruye la vista y no enfocamos si, lo que sea que haya sido, siga por aquí.

        — ¿Está ahí? —pregunta Mirt con un hilo de voz, casi asegurando que ese «algo» entre los árboles no está más bien en plural. Chito para callarlo, porque podría haber una extensa diversidad de cosas aquí, ferams sueltos, con domesticación o no, obviamente no somos bienvenidos. Él cierra la boca inmediatamente.

        —Silencio —demando.

        Seguimos rotando hacia la derecha, lenta y cautelosamente. Mis ojos nunca desenfocan lo que tengo frente a mí y mis oídos tampoco rechazan al sonido de mi alrededor.

        Un pequeño escalofrió recorre mi espina dorsal al captar el ruido de una rama rompiéndose, giro en dirección al sur y espero, fulminando con la mirada un arbusto que se removió a causa del roce con otro objeto en trasiego. El siguiente desfase proviene del norte.

        — ¡Agáchense! —grito al viento. Los cinco se posicionan de cuclillas y yo apunto a una roca frente a Killian.

        Elián tensa sus nunchaku y eso me hace apuntar a lo que creo es un tronco frente a él. No lo distingo bien, pues, en lugar de nieve, ahora es una nube de neblina lo que nos rodea.

        Aguardo a la señal, el aviso que me indique que eso está ahí. Agudizo la visión y mis irises se tornan color mostaza brillante. Y tengo razón, por una milésima de segundo, un objeto blanco, aparentemente peludo, una cola, supongo, se deja ver a un costado del árbol.

        —Te tengo... —susurro para mí mismo y sonrió.

        El escalofrió regresa, aunque ya no es solo en la espalda, se extiende por todo mi cuerpo. Los ojos me brillan. Una descarga recorre mis dedos.

        Las pequeñas grietas de la madera de la flecha son marcadas por un brillo amarillo narciso. De ellas, la magia comienza a brotar, semejante a humo amarillo con destellos, esto crea una línea que envuelve el palo y, justo al llegar a la punta de acero, suelto la flecha.

        La vara de madera se abre paso entre la neblina y esta se disipa, empero, es más que un simple flechazo. Justo por donde la flecha cruzó, una gran brecha se crea, dispersando la niebla y permitiendo la vista a una parte del bosque. Sin embargo, no puedo cantar victoria, pues, como si el clima tuviera vida propia, lo cual creo es cierto, la calígene une los costados de la brecha velozmente, cerrando la abertura y dejándola intacta. Me extraño.

𝕻𝕽𝕰𝕯𝕺𝕹𝖀𝕸: 𝕰𝖑 𝕽𝖊𝖌𝖗𝖊𝖘𝖔 𝖉𝖊 𝖑𝖔𝖘 𝕭𝖊𝖑𝖑𝖆𝖙𝖔𝖗𝖊𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora