𝕬𝖗𝖎𝖔𝖎

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Destiné otra cucharada del dudoso fluido blanco y viscoso a mi boca.

        —¿Qué dices que es? —le pregunté a Marvin con el bocado sin tragar.

        Soltó dramáticamente su cubierto. Hastiado, como si fuese la sexta ocasión en la que se lo formulé. Tal vez sea eso cierto, según mis cálculos.

        —Arroz con crema de champiñones —dirigió la cuchara a sus labios. Escudriñé mencionado alimento (sigo pensando que no lo era) en la mía, frunciendo el rostro al final del mero disgusto.

        Sí, claro.

        —Mhm... —murmuré poco convencido.

        La puerta del pub fue abierta de par en par, captando todas las miradas de los mercenarios, comerciantes, hooligans y demás. Intimidados por los atentos ojos sobre ellos, Killian y Iol entraron al lugar hasta dar con la mesa donde estaba desayunando con Marvin.

        De forma automática, al sentarnos Iol y yo, Marvin y Mirt se levantaron, huyendo a la barra con sus platos. Nos miramos el uno al otro, desorientados.

        ¿Vale?

        —Dos vasos de leche, por favor —ordenó Marvin tomando asiento en la silla al medio de la hilera formada delante del barman, quien asintió antes de sacar una jarra de cerámica y servirnos en vasos recién limpios (aseados del verbo «libre de suciedad», no, mas para el consumo de transgressus).

        Bueno, digo “únicamente para ellos” debido a que, en Hanzei, los arioi, por estatuto de Annéi (de manera sorprendente, tienen uno y lo respetan), están estrictamente prohibidos. Sí ventas. Sí exportación, sí vinculación amistosa, etcétera, etcétera. No obstante, se considera “ilegal” su pase libre. Extraño teniendo en cuenta que aquí era casi ley estafar y engañar. Pero, en fin.

        De hecho, esa misma norma (de no-ariois) estaba escrita en una gran letrero atrás de la barra, a la vista de todos.

        —Esas alimañas no entran bajo mi custodia, ¿saben? —sonrió malicioso el cantinero cediéndome mi vaso. Marvin y yo cabeceamos concordando con él.

        —De acuerdo —inició Killian acomodándose a mi lado derecho—. ¿Qué les pasa?

        Tras habernos mirado el uno al otro en silencio, y como si hubiese estado ensayado, recogimos nuestras cosas y nos recorrimos un taburete. Killian, desconcertado, pidió consejo a Iol por medio de sus pupilas, éste se encogió de hombros. Después, ambos imitaron nuestra acción, insistiendo.

        Posterior a un afónico, no contextualizado e incómodo momento de pasar de un banco al siguiente, Marvin dijo a mi izquierda:

        —Se me están acabando los lugares —señaló el último con un gesto de su cabeza. Contemplé dicho asiento por encima de su hombro.

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⏰ Última actualización: Apr 20, 2023 ⏰

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